Habían sido horas de mucha ansiedad, de mucho nerviosismo, pero por sobre todas las cosas de mucha emoción de cara a lo que se venía, por lo que tanto habíamos luchado y soñado en los últimos años. El día había llegado, el mundo nos esperaba y era hora de partir en esa dirección.
Luego de dos horas y media de vuelo, y de una emocionante despedida de los seres queridos en el Aeropuerto de Carrasco, arribamos a Santiago de Chile en lo que sería nuestra primer escala en busca del primer destino de nuestro grupo: Auckland (Nueva Zelanda).
Con gran ilusión llegamos a tierras trasandinas, fundamentalmente en función de que implicaría el debut de la tarjeta Diners, la cuál nos permitiría ingresar gratis a las "Salas VIP" de los aeropuertos. En la previa vaticinábamos ingerir algún tipo de sushi, canapé, caviar, champagne, o similar (lease: "cualquier tipo de alimento o bebida que ni de casualidad van a encontrar en nuestra típica heladera montevideana"), pero fue bastante desilusionante chocar con la cruda realidad que marcaba tener que pisar alguna cabeza, cual "Leonidas" en la película "300", para agarrar un "sanguchito" de queso (ni jamón tenían) y conformarnos con poder ingerir alguna lata de cerveza local a una temperatura levemente inferior a la que habituamos tomar un té con Zolben C caliente en invierno, con 5 grados, y un resfrío galopante.
Más allá de este suceso, y sumándole un retraso de una hora al próximo vuelo, partimos rumbo a Auckland en un trayecto que nos insumió cerca de 14 horas a lo largo y ancho del Pacífico. Si bien el avión era bastante moderno y pudimos ver alguna película para hacerlo más llevadero, el trayecto se volvió un poco denso, con dolores varios, y tratando de manejar lo mejor posible la ansiedad de llegar a nuestro primer destino del viaje.
Sobre las 5.30 de la mañana hora local arribamos a la tierra de los All Blacks, tratando de asimilar de la mejor manera posible las 15 horas de diferencia horaria que tienen en esta ciudad con respecto a Montevideo. Es cierto, cuando uno de está de vacaciones, en un viaje como éste, y recién comenzando esta odisea de tantos meses, estos elementos pasan indudablemente a un segundo plano y tanto la emoción como la alegría por estar viviendo esta experiencia pueden más que cualquier dificultad que el camino pueda interponer.
Era tiempo de desplegar los sueños...
Era tiempo de desplegar los sueños...
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