sábado, 14 de abril de 2012

Primer destino - Queenstone, Nueva Zelanda

Más allá de habernos acostado tarde en la noche anterior, temprano en la mañana ya estábamos en pie para conocer esta ciudad que nos había dejado una muy grata impresión inicial cuando habíamos estado de camino a Milford Sound.

Queenstone da la impresión de ser una ciudad con un estilo europeo en sus calles, como si fuese una gran maqueta en la que estuviésemos dentro. La misma es un punto que concentra una gran cantidad de turistas y a la que muchos asisten para practicar una gran diversidad de deportes extremos. La oferta es muy variada: Bungy Jumping, paracaidismo, rafting y muchos otros más te son ofrecidos a cada paso que uno avanza aquí, aunque en lo que me es personal finalmente desistí de hacer alguno con la idea de revancha en algún otro destino del viaje (de ser posible más económicos ya que acá es todo caro, hacer cualquiera de estos no te baja de usd 150, y recién estamos en los primeros dias de un largo viaje).
La ciudad cuenta con una Bahía (Queenstone Bay) que hace de su rambla un lugar sumamente encantador que me recuerda a esas imágenes que aparecen en los puzles que armaba de niño.

Uno de los atractivos que encontramos para realizar a primer hora del día, fue la de subir en teleférico a la montaña principal situada a unos escasos metros de donde estábamos hospedados. Disfrutamos desde lo alto esplendidas imágenes de esta ciudad, sus recovecos, sus bahias. Se puede decir que valieron la pena los usd 35 invertidos en admirar esas postales que la vista nos ofrecía, en tener una pequeña vuelta a la infancia realizando unas carreras a bordo de unos mini autos que se hacían en descenso de la montaña  y en hacer un tipo treking de unos 50 minutos entre la diversa vegetación del lugar. Ciudad que bien vale la pena visitar, independientemente del tipo de viaje que uno esté realizando ofrece una gran variedad de actividades para realizar o bien solamente con perderse por las calles y vistas que aparecen a cada paso alcanza.


Luego de una ultima recorrida por la ciudad disfrutando de sus prolijas calles y su inmaculado orden, fue tiempo de emprender retirada rumbo al glaciar Frank Joseph. Dado que nos separaban unos cuantos kilómetros hasta allá y que las rutas están realmente complicadas  (no están ni ahí para hacerlas en la noche dado que tienen una gran cantidad de curvas pronunciadas y con unos hermosos precipicios a los costados), decidimos parar en el pueblo fantasma de Haast para al otro día temprano en la mañana seguir camino a nuestro próximo destino.

2 comentarios:

  1. Pura Vida my Friend! Sigan así, gozando!

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  2. Cuña querido!! al fin me arme un usuario, y puedo comentar!!!! que lindo todo lo que escribis, con Ger lo leemos a diario!
    Los extrañamos mucho, pero la verdad, que ver todo lo que estan viviendo nos pone re re felices!!
    sigan pasandola bomba!
    un beso enorme para los dos!

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