viernes, 27 de abril de 2012

Tercer Destino - Bali & Gili Trawangan, Indonesia (Parte 1)

Llegamos a Bali luego de seis horas de vuelo por Jetstar desde Sydney. Ya al salir del aeropuerto nos dimos cuenta que estábamos en un lugar completamente diferente, con un fuerte aroma que se percibía en el aire y  una inmensa cantidad de gente ofreciéndote insistentemente cosas (de momento taxis y cambiar dinero).

Ya veníamos advertidos respecto a tener ciertos cuidados, sobre todo con los tacheros que están en el aeropuerto, dado que habitualmente buscan pasarte de alguna manera y sacarte algún mango más que el correspondiente. Dicho y hecho, luego de arreglar un precio para el traslado al hostel nos quisieron cobrar más dinero, o el mismo pero por menos cantidad de personas, cuando encima  en Bali hay una tarifa única según el destino al que se quiera llegar. Si bien finalmente terminamos pagando lo que habíamos acordado inicialmente con ellos (lo cual nos enteramos posteriormente era un poco más caro de lo que correspondía), las ganas de salir rápidamente de ese lugar valían esos pocos dólares extra y nos marcaban la pauta de que estábamos frente a otro tipo de cultura a la que veníamos acostumbrados en los primeros destinos del viaje. A quienes vayan a Bali, tengan en cuenta que los “taksis” (así se denominan y escriben) les conviene tomarlos fuera del aeropuerto para evitar caer en las garras de estos curradores y pagar el precio justo por ese servicio.

Llegamos al hotel “Ariputri” en horas de la noche y nos llevamos la gran sorpresa de encontrarnos con un  lugar espectacular e impensado para nuestras pretensiones. Una gran piscina, cómodas habitaciones para dos personas, wi-fi gratuita y un desayuno completo que hizo que muchos compañeros se saltearan el almuerzo  de ese día (y creo hasta la cena). Ni bien llegamos, salió el obligado chapuzón en la piscina y luego de unas cuantas Bintang (nuestra birra de cabecera en tierra indonesas) nos fuimos a dormir cerca de las 3 de la mañana.


Al otro día, luego de otro chapuzón y Bintangs matutinas de rigor, arreglamos con una “ficha” local el precio para trasladarnos hasta las Gili Islands en donde tendríamos nuestros primeros días playeros de este viaje. De 1.250.000 rupias pasamos a pagar 850.000, algo así como 90  usd ida y vuelta, incluyendo los traslados hasta el puerto. Si se tiene tiempo como para trillar y regatear sin apuro, se puede conseguir la misma excursión por usd 55 o hasta un poco menos.

Salimos bastante preocupados en el coche que nos trasladaba, dado que el ferry partía supuestamente a las 13 horas y a esa hora estábamos a mitad de camino para llegar al puerto, por lo que el temor de perder el barco era algo que nos tenía bastante inquietos y ni que hablar para recuperar en todo caso el dinero abonado por los pasaje. Además el transito en Bali es un verdadero caos, lo que hacía que el camino sea bastante poco fluído. Abundan las motocicletas, y tocan bocina creo que hasta por amor al arte. Para todo la tocan: saludar, insultar, pedir que se corra el de adelante, señalero, si cruza una chica bonita delante de ellos, para todo: bocina.

Luego de meter charla con el conductor, el cual nos recomendó muchas cosas acerca de Bali, nos dijo que no teníamos de que preocuparnos. El Barco nos iba a esperar, “Bali, no rules” fue una frase muchas veces repetidas por nuestro amigo tachero y la verdad que el tiempo le dio la razón.

Gili Islands, como su nombre lo indica, son tres pequeñas islas ubicadas en la provincia de West Nusa Tenggara, Indonesia. La principal, por ser la más poblada y con más oferta de servicios, es Gili Trawangan, en la cual nos hospedamos tres noches. Las otras dos menos habitadas son Gili Meno y Gili Air, las cuales visitamos fugazmente o desde lo lejos.


La isla se caracteriza por tener unas playas de ensueño, sobre todo por color de sus aguas. Es un lugar que vive del turismo, en donde hay una gran diversidad de oferta según el poder adquisitivo del visitante. Se pueden encontrar desde restaurantes o hostels (por así denominarlos ya que muchas veces son simplemente un monoambiente pequeño con un baño) sumamente precarios, hasta otros de mucho lujo para la gente más pudiente (generalmente europeos o australianos).

La gente de la isla es muy amable y simpática, aunque agotan con la oferta constante de drogas a cada paso que uno da. Una cantidad importante de lugareños encuentran una buena fuente de ingresos en la venta de sustancias variadas (marihuana, cocaína, extasis, mushrooms), por lo que abunda la oferta y se vuelve bastante tedioso caminar sobre todo en la noche sin que te atomicen cada dos segundos ofreciéndote algo.


En líneas generales se puede decir que estos días los pasamos disfrutando del sol, la arena y el mar. Una increíble jornada de snorkel en medio del coral sumamente impactante por la cantidad de peces que se podían ver allí (inclusive una gran tortuga), atardeceres y posteriores fogones en un boliche playero denominado “sunset”, relax en colchonetas frente a la playa, incursiones en medio de la montaña desafiando a la malaria, recorrida en bicicleta por toda la isla y  boliches nocturnos con lógica onda playera y música en vivo.   

Los precios en líneas generales eran razonables, aunque no vivías por “dos mangos” como algunos habíamos escuchado o leído de diversas fuentes. Un Hostel con aire acondicionado (si no tenés estás bastante frito por las altas temperaturas) no baja de los 10 usd remándola y regateando, la comida en un promedio de usd 5 por persona (porciones diminutas) y la bebida otro tanto. Luego de venir de Australia todo resulta económico, pero tampoco era un regalo como pensabamos.


En este destino nos encontramos con mucha gente del Grupo de Viaje, sobre todo en el retorno a Bali en el cual prácticamente copamos el ferry de uruguayos. Como siempre la mejor onda con todos, intercambiando anécdotas, vivencias y piques de los viajes de cada uno. Un gusto y hasta pronto.


miércoles, 25 de abril de 2012

Segundo Destino - Sydney, Australia (Día 2)

Al segundo día en  la tierra de los canguros, fuimos  a conocer el Jardín Botánico a primera hora de la mañana. Sinceramente no  conozco absolutamente nada de arboles, plantas o similares (además de que en mi vida debo haber recorrido más de quinientas veces el Botánico del Prado dado que estaba enfrente a la escuela y liceo a los que asistía), por lo que se podría decir que me embolé bastante allí y no puedo agregar mucho respecto a si era bueno, lindo, completo y/o recomendable para ser visitado por gente amante de la botánica.  

Luego del paseo floral,  fue tiempo de darnos uno de esos gustos que seguramente quedarán en mi retina y oídos como un recuerdo inolvidable: Ir a ver un espectáculo en el Opera House mismo.

En compañía de Beto elegimos ir a ver “Tchaikovsky at the ballet”. Ignorantes nosotros, en un primer momento pensamos que íbamos a ver un ballet propiamente dicho, lo cual nos hacía proyectar más de una cargada de nuestros recios amigos, tanto de Uruguay como aquí en el viaje. Nada nos importó y parados en puntitas de pie fuimos en busca de esos tickets que nos permitieran conocer desde dentro tan mítico lugar.

Obviamente pensamos desde un primer momento en adquirir las entradas más baratas que hubiese, imaginándonos viendo el espectáculo desde lo más alto y con binoculares para poder divisar algo de lo que ocurría debajo en las tablas.  Pero nuestra incansable obsesión actual de buscar descuentos hasta abajo de las piedras no cesó ni siquiera allí, y las gestiones prosperaron obteniendo entradas en un lugar preferencial gracias al viejo y querido Carnet de Estudiante (sumado a un  chamullo en spanglish berreta que creo nos hizo pagar más de lo debido).

Rodeado de un público con promedio de edad de 103 años, finalmente no era un ballet lo que vimos sino a la Sinfónica de Sydney a pleno. Con el escenario en el centro y la sinfónica rodeada con más de 2.000 personas en las gradas, sin amplificación alguna pudimos disfrutar de un espectáculo increíble tanto en lo visual como en lo sonoro. Igualmente algo en lo que coincidimos con beto, es que nuestro Teatro Solís no tiene nada que envidiarle al "Opera", al menos en lo que refiere al aspecto estético que tiene nuestro escenario. Considero que muchas veces este tipo de viajes que nos hacen estar lejos por un tiempo, nos sirven para valorar las cosas que tenemos en casa, y esto se podría decir que fue un ejemplo más de esto.

 

La primer parte era curiosamente una adaptación de tangos hecha por Osvaldo Golijov, “Last Round”, inspirada en la obra del gran Astor Piazzolla. Notable guiñada del destino, más con la admiración que tengo respecto al tango. También interpretaron “Nights in the Gardens of Spain”, en este caso con la participación de un reconocido pianista (al menos para ellos), Steven Osborne, que cerró una primera etapa sumamente disfrutable desde todo punto de vista.

Luego de tomarnos unos cuantos litros de agua en el intervalo (dado que era gratuita), volvimos a nuestras butacas para disfrutar de la segunda sección del concierto. La misma comprendía las partes más destacadas de “Swan Lake” y “Nutcracker”, ambas del mencionados Tchaikovsky. Música de ballet, con un gran vuelo sustentado por el carisma del director de orquesta (Andrew Grams) y por una excelente interpretación de la sinfónica, según mi humilde y poco calificada opinión.

Luego de salir recargados de energías del Opera, decidimos salir a caminar por las calles de Sydney e ir a visitar el Museo de Maddame Tusseau. En el mismo se exponen replicas en cera y tamaño real de una gran cantidad de personalidades locales e internacionales (Obama, Mandela, Marilyn Monroe, Brad Pitt, Johnnie Depp, Einstein, por mencionar algunos de los tantos). Nos sacamos unas cuantas fotos para recordar que estuvimos “casi” cerca de esa gente famosa y realizamos un paseo en Monorail para conocer una parte de la ciudad desde allí (esto último pelea pelo a pelo con la compra de una remera en Nueva Zelanda que me quedó de “Top” luego del primer lavado, como los usd 5 más mal gastados desde que estoy en el viaje).


 

A la noche recorrimos el barrio de Darling Harbour. Es una zona de muchos bolichitos, digamos bastante coqueta, y que muestra una gran vista de la ciudad como fondo. Nos fuimos a tomar unas cervezas al "Hard Rock Café" aprovechando que estábamos a tiempo del Happy Hour, y luego de admirar unas cuantas piezas de muchos de nuestros referentes musicales decidimos ir a nuestra segunda casa en Australia: Mc Donald’s.



Al otro día, ultimo en Australia, visitamos la Catedral (mientras la recorría me imaginaba la cantidad de horas que mi vieja se podría quedar allí), luego el Hyde Park y finalmente seguimos camino al aeropuerto para partir con destino a Bali.

Estuvimos casi tres días en Sydney, dado que de quedarnos por más de 72 horas debíamos pagar Visa a efectos de poder permanecer en el país. Caminamos mucho, nos impresionamos,  conocimos una ciudad impresionante que destila glamour a cada paso que uno da por sus calles entre su gente. Más allá de que uno probablemente siempre se quede con ganas de estar más días en los destinos que visita, considero hicimos un buen pantallazo de lo que esta ciudad increíble tiene para ofrecer. Un gran recuerdo, un lugar para los mejores elogios.

martes, 24 de abril de 2012

Segundo Destino - Sydney, Australia (Día 1)

Llegamos tarde en la noche a Sydney, con una intensa lluvia que nos dio la bienvenida y  nos acompañó una parte importante de estos tres días en la ciudad.

Sydney ya vista desde el avión te impacta por su dimensión, por sus luces. Realmente se siente estar en un lugar con una infraestructura impresionante y bastante diferente a las ciudades que habíamos observado en nuestra recorrida por Nueva Zelanda.

Luego de conseguir una camioneta que nos llevara a los 14 hasta el Hostel por el menor precio posible, logramos arribar a nuestro hospedaje denominado "Elephant Backpackers". Muy buena la ubicación del mismo, con una onda más bohemia que lo acostumbrado en tierras neozelandesas, pero con el defecto de ser bastante sucio y descuidado en algunos aspectos, además de no tener mucha onda la gente que se encontraba allí trabajando esa noche. Igualmente dado su precio (Usd 20 en Syndey es una ganga) y lo mencionado respecto a la ubicación, hacen que haya sido una buena opción la de quedarnos allí estos pocos días.

Si bien arribamos tarde y sumamente cansados, decidimos dejar las cosas en la habitación para salir rapidamente a dar una recorrida por la zona y tomar algo en tierras australianas. Fuimos a un pub en el cual tocaban música en vivo de no muy buen nivel, pero dado que las fuerzas no abundaban decidimos temprano ir a dormir para recargar pilas y planificar como recorrer tan inmensa ciudad en tan sólo dos días y medio.


Amanecimos temprano como de costumbre, y luego de varias idas y vueltas terminamos separándonos en dos grupos para decidir cual de la gran variedad de atracciones que ofrecían íbamos a visitar. Por usd 60 australianos realizamos un combo de tres paseos, en donde el primero fue el "Sydney Aquarium" que era uno de los más recomendados por ser de los acuarios más grandes y variados en el mundo.

Pese a la gran cantidad de niños en estado de excitación constante que nos rodeaban y aturdían incansablemente, pudimos disfrutar de una gran variedad de peces de todo tipo y color, los cuales esperamos poder tener la posibilidad de ver a muchos de ellos sin vidrio de por medio en algún buceo por alguna de las playas a visitar en este viaje. Lo  más atractivo del paseo fueron principalmente la gran cantidad de tiburones que pudimos apreciar desde cerca, aunque había muchos otros que también eran dignos de ser admirados largo rato por sus colores, tamaño o forma (Rayas, Pez espada, por mencionar algunos). Me acordé de mi viejo estando allí, dado que el es un gran amante de la pesca y desde que éramos niños siempre nos hacía referencia junto a mis hermanos a muchos de estos peces que allí podía ver en ese preciso momento. Fue como una vuelta a la infancia y de seguro esta crónica hubiese sido ideal para ser escrita por él.


Más tarde y como segundo paseo, conocimos también el zoológico de animales salvajes y autóctonos de Australia, "Wild Life". Víboras diversas que eran alimentadas en vivo con ratones o liebres según el tamaño de las mismas, koalas, canguros, arañas y un inmenso e impactante cocodrilo, fueron algunos de los animales que pudimos apreciar en esta recorrida. Muy bueno, valió la pena la visita.


Ya entrada la noche, y pese a que la lluvia no daba tregua, fuimos hasta la bahía en donde se encuentra el Opera House y el famoso puente que atraviesa la misma, el Sydeny Harbour Bridge. Cualquiera de las dos obras impactan muchísimo al mirarlas, si a eso le sumamos el marco increíble  que le da la ciudad con sus inmensos edificios iluminados de fondo, hicieron sin lugar a dudas que las lluvias y el tiempo se detuvieran por unos segundos frente a lo que nuestros ojos veían.



En ese preciso momento caí en la cuenta de lo hermosa que también puede ser una ciudad moderna, llena de edificios, luces, desarrollo. Acostumbrado a admirar profundamente los paisajes naturales, muchas veces reusé de estas imagenes pero la verdad es que esto también deslumbra desde otra óptica completamente diferente. 
A la noche luego de caminar incansablemente durante todo el día, nos tomamos unas birritas en el pub del Hostel y nos fuimos a descansar para otro día de largo trajín como el que acababa de pasar. La bienvenida de esta ciudad había sido ampliamente superior a mis expectativas, aún resta mucho por conocer.

jueves, 19 de abril de 2012

Primer Destino - Rotorua, Nueva Zelanda


Amanecimos frente al Lago Taupo, contemplando la gran vista que el mismo nos regalaba y luego de estar un tiempo alimentando a la gran cantidad de cisnes, patos y palomas que en el habitaban decidimos iniciar la ruta hasta Rotorua, a unos pocos kilómetros de donde nos encontrábamos.

Rotorua es una ciudad ubicada en el centro de la Isla Norte de Nueva Zelanda, la cual se caracteriza por ser una zona de aguas termales y géisers, los cuales prometían ser una de las atracciones más relevantes de nuestra estadía en este país.
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Ya instalados en la ciudad decidimos ir al paseo que se ofrecía en “Te Puia”, el cual se encuentra ubicado en una zona que aloja uno de los géiser más importantes del mundo, Pohutu, siendo este capaz de alcanzar una altura de hasta unos 30 metros de altura.


Una vez allí, nos realizaron una visita guiada de aproximadamente una hora en donde pudimos apreciar diversos aspectos representativos de la cultura Maorí, su historia, talleres de escultura y textiles, casas de reuniones, entre otros. Se nos permitió también poder conocer un kiwi, que no es la fruta que acostumbramos comer en nuestras tierras sino el ave nacional de Nueva Zelanda, la cual se encuentra en peligro de extinción desde hace muchos años.

Además de lo ya mencionado pudimos observar una gran laguna de barro burbujeante, denominada Ngamokaiakoko, la cual se encuentra a una temperatura aproximada que oscila entre los 90 y 95 grados. Este barro es el mismo que se usa en muchos Spa para el tratamiento facial según nos comentaron, lo cual de momento no puedo dar fe, pero de sólo pensar de tener ese barro con el horrible olor que el mismo larga encima, me dan arcadas y ganas de tener mi cara llena de arrugas. Este tema del olor creo que es el único punto negativo de la ciudad, ya que el mismo es similar al que arroja un huevo podrido y se percibe a lo largo y ancho de la misma (lo bueno es que ese día no tuve problemas al sacarme las medias en la Motrohome luego de haber caminado todo el día).


El momento de la erupción del géiser mayor fue sencillamente increíble, una imagen que impactaba mucho por la altura y la fuerza con la que el agua salía a la superficie. Para finalizar la tarde, asistimos dentro del predio a disfrutar de un espectáculo de "Haka" (complementado con una parte musical muy prolija y profesionalmente armada) que hizo de esta visita haya sido uno de los puntos más destacables de la recorrida por este país. Además si a esto le sumamos que pudimos conseguir como tres descuentos endosando revistas con promos, ser extranjeros, carnet de estudiante y poder meter algo de chamullo en nuestro sofisticado english, podemos decir que salió redonda la movida.

Como punto final de Rotorua, pudimos conseguir a un buen precio un camping que contaba con dos piscinas termales, lo cual nos dio la posibilidad de relajarnos con nuestro grupo en sus calientes aguas y disfrutar de un impecable cielo estrellado como techo. Unos cuantos whiskys amenizaron la cena conjunta en la cocina comunitaria, para en la mañana del día siguiente partir rumbo a Auckland y tomar el avión que nos dejará en nuestro próximo destino: Sydney.

2657 kilómetros en doce días fueron los finalmente recorridos por nuestra Motorhome en tierras neozelandesas, largo trajín de sorpresas varias e imagenes que quedarán guardadas para siempre en nuestras retinas.

miércoles, 18 de abril de 2012

Primer Destino - Wellington, Nueva Zelanda

Wellington es la capital de Nueva Zelanda, siendo la segunda ciudad más poblada del país detrás de Auckland. Por alguna extraña razón había estado atomizando desde hace días a mis compañeros sobre esta ciudad, sobe sus virtudes, sus paisajes, su noche, su clima, sus mujeres y/o hombres (según la inclinación sexual del receptor) y sobre todo lo que la misma ofrecía a sus ilustres visitantes. Todo con el pequeño detalle de que no había leído absolutamente nada sobre ella, amor ciego. Lo que se podría denominar como el típico flaco que pesadamente hace cabeza y atomiza con algo por el simple amor al arte de hacerlo.


Lo cierto finalmente fue que la noche no la pudimos conocer porque llegamos muy tarde a la misma (por tanto queda la incógnita planteada al respecto) y del resto podemos decir que no defraudó en el poco tiempo que estuvimos para poder conocerla. En horas de la mañana salimos de recorrida por la rambla de la ciudad y nos metimos en una especie de feria local, que nos permitió conocer más de cerca a su gente fuera del contexto turístico del que veníamos habituados a movernos en estos días. Los neozelandeses son generalmente personas sumamente amables, que tienen bien en claro que uno de los puntos fuertes de su economía (por tanto también de sus vidas) es el turismo, y que por tanto, el trato cordial hacia el turista es un eslabón importante en esa cadena. Cuidan mucho el hecho de dejar a gusto a quienes los visitan, y les dejan por tanto unos cuantos morlacos allí, además de que te atomizan por todos lados con folletos diversos que hacen que uno cuente con mucha información para poder decidir destino, hospedaje, ruta a tomar, etc. Nada se encuentra librado al azar, y si a esto le sumamos lo metódicos que son quienes trabajan y viven de esto, hace que moverse en Nueva Zelanda y estar informado sea sumamente sencillo.

Cerca del mediodía pudimos conocer el Museo “Te Papa”, lo cual marca el hecho histórico de que haya ido a 2 museos en menos de 10 días; Todo un record para mí.

El museo resulta sumamente interesante de recorrer, con una gran diversidad de cosas para ver y hacer, que nos marcan a las claras que en Uruguay nos encontramos a años luz de la oferta y presentación que se ve por estas latitudes. Se puede apreciar desde una clásica exposición de elementos representativos de la cultura Maorí, fósiles de inmensos animales, representaciones en tamaño real de dinosaurios, un pulpo de unos 4 metros de largo conservado íntegramente, hasta simuladores de terremotos y deportes extremos. Este último se llevó todos los elogios pese a tener que haber pagado para poder hacerlo, en lo que fue nuestro primer regateo de este viaje, con frases tales como “We are from South America, 3er World” y que nos permitieron ahorrar la friolera de usd 2 por cabeza.




El  simulador mencionado implicaba subir a una plataforma montada con asientos, los cuales se sacudían violentamente al compás de las imágenes que se proyectaban en una inmensa pantalla, durante los casi 15 minutos que dura el mismo. Por momentos te encontrabas disputando un reñido partido de rugby, buceando entre orcas, volando un aeroplano, conduciendo a toda velocidad una motocicleta rodeado de motoqueros, o bien caminando y luego cayendo desde lo más alto de la Sky Tower de Auckland, entre otras secuencias. Muy recomendable.

Luego de una recorrida por las calles del centro de la capital, fue momento de seguir subiendo la Isla Norte hasta el Lago Tekapo, el más grande del país. Nos separaron 368 kilómetros de ruta, más de cinco horas de viaje, para que ya entrada la noche hayamos aparcado frente a una hermosa vista nocturna que el mismo nos regalaba. Guitarreada en el muelle y Lariam por medio, llegó la hora de dormir en un lugar no habilitado para esos fines (la famosa "Viveza Criolla que seguramente nos cueste una linda multa, dado que parece fuimos “vendidos” por un transeúnte local. El famoso "Buchón Neozelandés", cosas que pasan).


Primer Destino – West Coast y Nelson, Nueva Zelanda

Luego de unos días alejado de la escritura, paso a contar lo vivido en estos últimos tres días, con un combito de ciudades de la West Coast y del Norte de la Isla Sur.

La Zona Oeste tiene su atractivo fundamental en las vistas que algunas de sus playas ofrecen. Las mismas no me parecieron algo exuberantes, ni que ameriten una catarata de elogios. Considero buscando ser objetivo que muchas de nuestras playas de Rocha, y por supuesto la de Araminda, no tienen nada que envidiarle a las mismas, lo cual invita a valorar con conciencia lo nuestro.

Más allá de esto, el hecho de que las condiciones climáticas no hayan sido las mejores esos días, dado que estaba muy nublado y por momentos con lluvia, condiciona indudablemente la percepción de éstas. Quizás en otro contexto, en otra fecha, el color de sus aguas y las playas en si nos hubiese dejado otra imágen. De momento no lo sabremos, pero es digno destacar la versatilidad de paisajes que ofrece este país: Playas, montañas, lagos, cascadas, glaciares, campos, fiordos. Todo tipo de paisaje que uno pueda imaginar Nueva Zelanda te lo regala en algún punto de su territorio y creo es uno de los puntos fuertes para conocer este magnífico país.


Siguendo ruta, pasamos por Greymouth, Punakaiki y decidimos pasar la noche en Westport. Esta última es una ciudad que según Wikipedia se caracteriza por contar con una rica historia alrededor de una mina de oro y  ser un lugar recomendado para el surf u otras actividades náuticas. Lo que nosotros vimos fue un lugar en el cual cerró todo a las 5 de la tarde y en el que sólo faltaban los zombies caminando por sus calles después de esa hora. Una anciana con pelo canoso, rastas y bigote que atendía el "i-site", y un local en el cual vendían un somiere a usd 12.000 fue lo más rescatable de allí. Saquen sus conclusiones, sólo restaba el fardo volando por sus calles.


Al otro día visitamos la ciudad de Nelson, que probablemente se llame así en honor a alguna personalidad local famosa que tenía dicho nombre. Dado que está complicado para conseguir internet y/o sale sumamente costoso su uso por estas latitudes, evitaré el “googleo” para sacarme la duda al respecto, por lo que lo dejo librado a la imaginación de cada uno o a la asimilación que quieran hacer con algún tío, primo, padre, abuelo, amigo o pariente que así se llame.

La ciudad se encuentra situada al norte de la isla y recibe asiduamente un número importante de turistas, lo cual hace que la misma cuente con una cantidad más que considerable de comercios en sus calles. Obviamente que dado nuestro plan actual de ahorro actual no compramos absolutamente nada, por lo que nos abocamos a  realizar una recorrida por sus calles con  aires que me recordaban a Gorlero, su playa y planificar el pasaje en ferry hasta la Isla Norte del país.


Para poder concretar este traslado entre una isla y otra, fue necesario llegar hasta la ciudad portuaria de Picton a unos cien kilometros de distancia. Una vez allí, y por unos 80 dólares neozelandeses, tomamos el ferry que nos depositaría a nosotros y nuestras Motorhome en Wellington. El tiempo que nos insumió la peripecia fue de poco más de tres horas, y por más que el barco era muy coqueto (algo así como una versión neozelandesa del “Eladia Isabel” de Buquebus), se agitó en demasía por el oleaje reinante, provocando un mareo superior al experimentado en alguna de las  noches de juerga de este viaje.

Reincorporándonos del agetreo producido por el oleaje, pudimos subir a la parte alta del barco y disfrutar la llegada a la ciudad de Wellington, con sus luces dándonos la bienvenida.

sábado, 14 de abril de 2012

Pirmer Destino - Franz Josef y Hokitika, Nueva Zelanda

En Nueva Zelanda se promociona básicamente conocer dos glaciares: Fox Glacier y Franz Josef Glacier. Dadas las referencias que teníamos de otros viajeros, decidimos ir a este último con la esperanza de ver nieve y algún hielo que no sea el que habitualmente usamos para enfriar los Jameson que nos trajimos de las promos del free shop.

Luego de haber optado por el glaciar a conocer, nos encontrábamos frente a otra decisión: hacer el paseo en las excursiones que ofrecían (costaba unos usd 125 el más barato) o gratis, o sea por la nuestra. La decisión se debía tomar poniendo en la balanza el costo por un lado, pero también en el otro considerar el lugar o punto hasta donde se nos permitiese o pudiésemos llegar. Esto podía implicar un diferencial entre una alternativa u otra en lo que refiere a la visibilidad o disfrute en si del paseo, lo que generaba ciertas dudas en el grupo.


Finalmente como buenos uruguayos hijos de Obdulio Varela optamos por la segunda opción, ya que además del tema monetario a último momento nos había llegado la info a través de otros compañeros que lo habían hecho de que la diferencia entre una opción u otra no era tanta y que por tanto no valía la pena gastar tanto dinero (como verán no todo fue por ser sólo roedores).
Ya llegando a unos pocos kilómetros en donde se encontraba el glaciar, se podían apreciar los picos nevados en la cima de las montañas y las diferentes capas de hielo sobre las mismas. Con gran entusiasmo salimos de caminata hacia ellas y no respetando algún que otro cartel de “peligro no pasar” nos acercamos lo más posible al Glaciar Frank Joseph. Perdimos algun que otro compañero en el camino (Aclaracion: "perdimos" quiere decir: "se quedaron atras, fatigados", seguimos estando al firme los 14!) y continuamos avanzando, descubriendo .  
Acompañados de Diego, Paula, Cuni, Cebolla y Mago, logramos llegar hasta la zona de hielo del glaciar que nos era posible acceder. Para poder seguir avanzando era necesario contar con la indumentaria adecuada para esta superficie, y dado que obviamente no contábamos con la misma, decidimos evitar correr riesgos innecesarios que pusieran en peligro nuestra integridad física con todo lo que tenemos por delante. Más allá de esto, logramos obtener un lugar de privilegio para contemplar la montaña y quedarnos por un tiempo apreciando todo lo que nos ofrecía la naturaleza en ese momento. Si bien es cierto que esperaba encontrarme con más nieve, armar un muñeco y quizás ver algo más abrumador, no deja de ser una visita recomendada, sumamente disfrutable y obligada en Nueva Zelanda. Logicamente abril no es el mes fuerte para ésta actividad, pero cada paso recorrido vale para seguir aprendiendo, creciendo.


En horas de la tarde decidimos seguir rumbo a la costa oeste y nuestro primer destino de esta zona fue Hokitika. Llegamos entrada la noche con muy poco que contar respecto a esta ciudad. Es un lugar pequeño, con aires que recuerdan a alguna ciudad del interior de Uruguay, un antiguo reloj como símbolo y una linda playa. Lo más rescatable de la noche fueron las pizzas que hicimos en la cocina comunitaria con la totalidad de nuestro grupo, acompañado de alguna birrita y whiskys de rigor. En definitiva, el único justificativo de nuestra visita a Hokitika era que indefectiblemente teníamos que hacer escala en algún lugar, dado que nos separan unos cuantos cientos de kilómetros para llegar hasta Auckland en la Motorhome y el tiempo está sumamente acotado para esto.


Igualmente esta no fue una noche más en este viaje, ya que las malas noticias trascendieron las fronteras y nos enteramos del accidente de nuestro amigo Ciro allá en Montevideo. Muy conmovidos por la noticia, intentamos encontrarle respuestas a lo irrespondible y buscar contención en nuestros amigos que aquí nos acompañan e hicieron el aguante en este momento difícil. Desde la distancia estamos haciendo mucha fuerza y poniendo todas las energías positivas para que todo salga bien, como confiamos va a ser.

Fuerza amigo, estoy con vos a la distancia y te veo para darte un gran abrazo cuando vuelva al país.