"Singapur me tapó la boca" se escuchó decir a algún integrante de nuestro grupo al pasar. Pese a las bajas expectativas primarias respecto a este destino, me encontré con un lugar sumamente disfrutable desde diversos puntos de vista y con las ganas de haber permanecido allí algún día más de lo previsto en nuestro itinerario (algo habitual a la hora de partir).
La República de Singapur es uno de los centro financieros más importantes del mundo, lo cual se aprecia claramente en la infraestructura de su ciudad. Además es el país más pequeño del Sudeste asiático, pese a ser el segundo con más densidad de población a nivel mundial.
Llegando de Shanghái lo primero que uno percibe de este país, es que pese a existir una gran cantidad de chinos aquí, el orden, la prolijidad y limpieza se perciben en cada rincón del mismo. La explicación se sustenta en la disciplina y rigurosidad aplicada para quienes infrinjan sus normas claramente estipuladas. Multa por comer o beber en diversos lugares no autorizados como subtes o buses, por tirar las colillas de cigarro en la calle o no fumar en los espacios asignados, por tirar chicles en la vía pública, y por una gran cantidad de cosas más que es necesario saber para evitar tener que desembolsar sumas de dinero que oscilan los 500 y 1500 dólares en los casos menores. La pena de muerte se encuentra aquí vigente para delitos graves y existen penas como la de azotar al infractor según la complejidad del acto cometido. O sea, "no andan con chiquitas" los singapurenses.
La ciudad tiene una mezcla perfecta de modernismo y aires veraniegos en sus calles que hacen sumamente disfrutable transitar por sus calles. La zona del mercado financiero y Marina Bay albergan una cantidad considerable de inmensos y luminosos edificios, los cuales muestran la cara más moderna y tecnológicamente desarrollada del país. Existen muchas zonas que combinan espacios verdes contrastados con el asfalto de la ciudad, los cuales generan aires que nos trasportan a paisajes de Punta del Este o Piriapolis de nuestro país.
El día en que llegamos lo pasamos prácticamente en su totalidad dentro del hospital en el cuál operaron a dos de nuestros compañeros lesionados, Seba y Paula. Ambas operaciones salieron bien, por lo que de ahora en más sólo resta el reposo necesario para dejar atrás este mal momento vivido en este viaje. Sorprende para ignorantes como yo lo avanzado en materia de medicina, tecnología e infraestructura en los que se encuentra este país. Posteriormente y luego de dialogar con gente que la tiene más clara que nosotros, nos enteramos que es el lugar más importante de Asia en el rubro de la salud y la medicina, al cual acuden las personas más pudiente de países de la región cuando tienen que hacer alguna intervención quirúrgica medianamente compleja. Por todo esto, ha sido una suerte que nuestros amigos hayan sido atendidos en un lugar tan ideal para estos fines y que la tranquilidad haya prevalecido en estos momentos.
El segundo día, luego de pasar nuevamente por el hospital para ver la evolución de nuestros amigos, fue momento de conocer la ciudad y sus inmediaciones. Primero fuimos a la Isla de Sentosa, ubicada al sur del país. La descripción que más se asemeja a algo cotidiano, es la de un inmenso parque de diversiones con el agregado de una prolija playa en una punta de la misma, y una gran cantidad de lujosos Resorts para personas de alto poder adquisitivo. A la misma se accede por vía terrestre y cuenta con un sistema de transporte propio y gratuito para trasladarte en su interior, tanto de ómnibus, metro o carritos al estilo Disney World. Es más, tiene mucho de éste lugar, inclusive los Universal Studios y diversos espectáculos de ese estilo. El único inconveniente que presenta es que si bien la entrada a la isla cuesta sólo un dólar singapurense, para muchas de las otras actividades te cobran un dinero extra para nada menor. Dicho sea de paso, en Singapur todo es considerablemente costoso, más que en el resto de países de la región e indudablemente más de lo presupuestado inicialmente (lo que habitualmente los viajeros llamamos "se me fué la moto con el viático en este destino").
A medianoche partimos en ómnibus con destino a Kuala Lumpur, Malasia. Poder llegar a la terminal de buses fue como se dice en Uruguay “un verdadero parto”. Como buenos uruguayos salimos más tarde de lo previsto, lo cual sumado a la pésima capacidad de hacer mapas del recepcionista del Hostel, hicieron que haber llegado a tomar ese bondi haya sido un verdadero milagro.
El Hostel al que arribamos en Kuala Lumpur era de la misma cadena del que estuvimos en Singapur, "Fernloft", ubicado en pleno Chinatown y basta prolijo para nuestras pretensiones. Dado que sólo habíamos dormido unas horas en el ómnibus, decidimos luego de aprovechar el desayuno pago del Hostel, tirarnos unas horas más que nos permitan afrontar el día con energías renovadas.
Ya reincorporados, salimos con destino a las Cuevas Batu, ubicadas a unos 45 minutos vía tren de donde estábamos alojados. Si bien a muchos de nuestro grupo no les gustaron y despotricaron por la inmensa escalera que hay que subir para el ingreso a las mismas, contra el olor de su interior y contra los monos que allí se alojan, contra el calor y contra la contra, puedo decir que me gustó el paseo. Tampoco fue algo deslumbrante ni mucho menos, pero tenían su encanto las cuevas e inmediaciones. Quizás esté demasiado positivo por estos días…
A la tarde fue tiempo de ir a conocer el atractivo mayor y símbolo de Kuala Lumpur: Las Torres Petronas. Estas torres, con sus 452 metros de alto y 88 pisos, son las torres gemelas más altas del mundo y el cuarto edificio más alto de la actualidad a nivel mundial. Siempre habían sido una obra arquitectónica que me resultaba por demás atractiva de verla en fotografías, por lo que tenía ciertas expectativas elevadas de poder conocerlas.
Salimos de la estación de subte y allí estaban ellas, esperándonos de pie. La inmensidad con la que nos topamos hacía que tuviésemos que inclinar la cabeza hasta un punto incomodo a efectos de poder alcanzar ver la cima de las torres. La lluvia se hacía presente, hasta que lentamente se detuvo y dio paso al sol, el cual se reflejó sobre los cristales y estructura metálica de las torres regalándonos una postal imaginaria para nuestra vista. Sacamos unas cuantas fotos de rigor frente a las mismas y decidimos ir a tomar unas cervezas para esperar se haga la noche, sobre todo porque teníamos entendido era más impactante la visibilidad nocturna que la diurna. Con el caer de la noche, las luces de ambas se encendieron y me quedé contemplando un largo rato esa estructura edilicia de tamaña magnitud y modernismo. El avance tecnológico en su máxima expresión se divisaba en las terminaciones y en el aspecto en general de las Petronas.
Mi loco!!! Que bajón estos lugares!!! Me quedo con el bulevar lleno de meretrices! Podrías a ver entrevistado alguna! jajaja Por donde andas? ACTULIZÁAAAAAAAAAAA!!! El domingo aseguramos la anual y medio campeonato! Me llevo al pollerudo de tu hermano a tu butaca!! NACIONAL NOMAAAAAA!!! Abrazo a vos y a Ceci.
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