Llegar a Brujas implicaba el comienzo de una nueva modalidad de viaje, el uso de trenes. En Holanda habíamos comprado el “Eurail Pass” que nos permitiría atravesar Europa desde Amsterdam hasta Madrid usando diversas combinaciones que implicarían al menos algo distinto y novedoso para nosotros. Un andar tranquilo, admirando los paisajes agrestes que iban apareciendo sobre nuestra ventana, contemplando una zona con muchos puntos en común con los campos que estamos acostumbrados a ver en las rutas del interior de nuestro país. Sumamente disfrutable.
La primer sorpresa que me dio el lugar, fue el significado o traducción de su nombre. Nada que ver con escobas voladoras ni varitas mágicas, sino que “Brug” en neerlandés quiere decir “puente”. La pluralización obedece a que una gran cantidad de estos se observan por diversos puntos de la ciudad, siendo los canales que corren debajo de ellos un toque característico de Brujas, o Brugge en su idioma natal, a la cual también se la conoce como la “Venecia del Norte” por esto.
Nuestra llegada se podría decir que ha sido de las más sencillas del viaje, ya que increíblemente y producto de una elección fortuita, nuestro hostel se encontraba a unos escasos metros de la terminal de trenes. Al visualizar un mapa de la ciudad ya nos daba claramente la pauta de encontrarnos en un lugar de escasas dimensiones, ideal para recorrerlo a pie y disfrutar del soleado día en el que habíamos arribado.
Ya al transitar por sus empedradas calles se respiraba un clima pueblerino, calmo, con una paz que invitaba a relajarse y olvidarse de la locura que azota generalmente a las grandes ciudades. Calles angostas, faroles, casitas pequeñas, varias iglesias e imágenes religiosas de camino, sumadas a una hermosa tranquilidad que se respiraba a nuestro andar, la hacían un lugar sumamente encantador para conocer.
Llegamos a la “Plaza Markt” en el corazón de Brujas, en donde deslumbraban las construcciones, los colores, el encanto de una de las plazas más hermosas que seguro he visto en este viaje. Construcciones medievales, palacios antiguos, estatuas, carruajes, cafés y restaurantes con aires de otras épocas. El “Edificio de los Hallen”, que data del año 1248 y es el símbolo de la ciudad con su inmenso campanario al frente, “Landhuis” que es un hermoso palacio del Siglo diecinueve, el monumento central de “Levigne”, en fin, todo cautivaba a los cuatro costados de la plaza principal. Nos quedamos contemplando el lugar sentados por un tiempo, sin prisa, para luego seguir la caminata sin ningún destino fijo.
Un elemento que distingue también a Brujas, y a Bélgica en su conjunto, es la gran variedad de espectaculares cervezas que son originarias de aquí. Un apasionado en la materia como humildemente me considero, sintió un gran regocijo al descubrir esto, y sin perder tiempo me dediqué a probar la mayor cantidad de estas a un precio mínimo si lo comparamos con el que venden estas por Uruguay.
En un centro de atención al turista nos habíamos hecho de un mapa que indicaba los lugares más relevantes a conocer, ya sea desde el punto de vista gastronómico, como cultural o de interés general. Recorrimos algunos con falsas referencias, para finalmente terminar la primer noche en un jazz bar, bastante apagado y sin música en vivo como pretendíamos, aunque con una cálida recepción de su dueña que nos pasó varios piques de la movida por acá.
El día siguiente lo arrancamos con una cuenta que nos quedó pendiente de Amsterdam: andar en bicicleta. Arrendamos unas a la vuelta del hotel e inmediatamente salimos en busca del andar libre en conexión con la naturaleza, y un lugar que se vestía ideal para estos fines. Carriles y semáforos específicos, respeto a las normas de tránsito, perfecta señalización, sumado a un orden que invitaba a simplemente dejarse llevar por sus sinuosos senderos
Recorrimos practiacamente la ciudad entera. Los parques con los canales corriendo a nuestros costados, los molinos de viento que parecían extraídos de “El Quijote de la Mancha”, los puentes, las calles, los monumentos. Una recorrida natural, distendida, gozada.
Dejamos las bicicletas horas de la tarde y nos dispusimos a partir rumbo a un festival musical que había en un parque cercano al centro de la ciudad. La dueña del bar de jazz que habíamos visitado la noche anterior nos había pasado la información de que la movida allí valía la pena, por lo que emprendimos caminata con ese destino.
Nos adentramos en el parque disfrutando del verde que ofrecía a sus costados, de sus arboles, para que unos metros adelante la música empezara a vibrar. Una banda local sonaba, con alguna melodía psicodélica, rockera. El baterista era quien cantaba, con un amplio dominio de la sincronización, y una buena voz que se sumaba a una banda aceitada y de muy buen sonar. Nos quedamos todo el toque, disfrutándolo entre medio de gente local que se había arrimado a ver a esta banda o simplemente a sumarse a la movida cultural que allí se estaba generando.
Siguiendo en la misma linea, sabíamos que a las diez de la noche en la “Plaza Burg”, una de las principales de la ciudad, iba a tocar una banda de Punk Rock local de nombre “Scarb”, la cual traía pergaminos de ser conocida en la movida belga. A medida que se iba acercando la hora del recital, la plaza comenzaba a llenarse de público diverso que iba desde algún que otro rockero, hasta familias enteras con niños chicos o gente mayor que se había arrimado hasta la zona para sentirse participe de esto. Nada de agite, banderas, ni euforia desmedida, cómo la ciudad misma todo transcurría en calma y orden. Los temas eran una mezcla de rock clásico ochentoso, con influencias del punk de los setenta, más dos coristas que me cuesta asociarlas a alguna época o genero en concreto. Sonaron varios temas propios de la banda, y hasta “London Calling” de los Clash, "Rockin' in the Free World" de Neil Young, más algún que otro clásico de rock n roll de décadas pasadas. Un goce total, en un entorno rodeado de hermosos castillos, una noche perfecta y el “gustito” de estar disfrutando algo así a tantos miles de kilómetros de casa.
Volvimos sumamente cansados a nuestro hotel luego de muchas horas de trajín, de caminar, de estar parados. Salíamos temprano en la mañana en nuestro tren camino a París, por lo que simplemente nos despedimos de Brujas sumamente encantados con los días que nos había regalado en nuestra estadía. Una sorpresa, pocas pretensiones transformadas por el encanto de una ciudad sacada de otra época, elegante y con la calma tantas veces anhelada.
COMO Debes haber gozado "London Calling" Bro!
ResponderEliminarDivina esta Ciudad Prima hermana de Amsterdam.