viernes, 17 de agosto de 2012

Último Destino - Montevideo, Uruguay

No escribas el verano, en la piel de mi mano
pasa sueña y escapa libre.
Nunca seré primero, soy un viento extranjero
que también pasa y sueña libre.

Porque tus sueños te darán lo que la vida no te da.


Descolgate del cielo, como lluvia de enero
dale vida a la gente y siente.
Aunque tu no lo veas, mojale las ideas,
que broten nuevos sueños siempre


No encierres tu futuro en el gris de los muros,
pintate de paloma y vuela.
Apunta tus heridas hacia una nueva vida,
ábrete el pecho, sangra y sueña.

En la ultima hora, cuando la gente llora,
pasa, sueña, delira y muere.
Muere con la sonrisa de quien muere de prisa
por defender sus sueños, siempre.
Muere con la Sonrisa (Pareceres)


De camino al aeropuerto de Madrid, el que marcaría en definitiva el punto final de este viaje, escuché esta canción de manera casual, la cual parecía hecha a medida para la innumerable cantidad de sentimientos que están aflorando en mi por estos días.


Es difícil cerrar una etapa que uno soñó y persiguió por tanto tiempo, que tantas expectativas había generado, sabiendo que el día de mañana quedará ya en el pasado de nuestras vidas. Por suerte no se vive sólo de recuerdos, el legado que estas experiencias dejan traspasan el marco temporal, te enseñan, florecen día a día.

Los sueños son el motor que nos mueve, lo que nos mantiene vivos. Algo por lo cual luchar, por lo cual darle un sentido a nuestros días. El hecho de perseguirlos incansablemente, más allá de las dificultades que el camino trae consigo, debería ser una prioridad para no caer en la vida banal que muchas veces el propio sistema quiere vendernos. Conformista, vacío, carente de valores, de corazón.

Es difícil describir las sensaciones de este día: un dejo de tristeza por la culminación de una etapa, la alegría por haber sido parte una historia increíble que ha llenado de luz la oscuridad que muchas veces he tenido, el agradecimiento de sentirme privilegiado por haber podido escribir estas páginas imborrables. Lo reconfortante de sentirse querido, de querer, de amar. Sentir el respaldo incondicional de mi querida familia y de muchos amigos que han hecho esto posible antes y durante este viaje, que sin lugar a dudas son el sustento fundamental del relato de mi vida.

Los nuevos sueños brotarán, de eso vivimos. El horizonte espera por nuevas historias, por nuevas personas que alimenten nuestro corazón y las ganas de ser felices. Por recordar, por proyectar, por sentir siempre que el hoy es más importante que el mañana, que el ayer.

Veintidós países conocidos, más de sesenta y cinco ciudades, ciento treinta y seis días recorriendo el mundo. Cinco continentes, culturas nuevas conocidas, amigos nuevos, confirmaciones de viejos, una familia, un grupo de viaje que será una marca de mi vida. Placeres varios, anhelos de años, la historia viva frente a nuestros ojos, la imagen imborrable de haber tocado con amigos en países remotos, las muestras sinceras de cariño, las charlas, la experiencia, la relativa sabiduría, el extrañar, las ganas de seguir viviendo, de seguir conociendo.

La última lágrima es de alegría. Sinceras gracias a todos los que siguieron este Blog, los que se acordaron de mi, a cada uno de los que estuvo conmigo de viaje desde abril hasta el día de hoy desde el lugar que sea. A los que me quieren y los que caminan de mi mano persiguiendo la luz.

"El viaje del viaje" sigue, es una de las aristas que le da el sentido a su nombre. Montevideo allá vamos, el retorno seguro es “sabiendo que no hay nada que pueda prohibir la utopía más bonita de vivir en libertad”*.

Gracias por tanta vida, “que broten nuevos sueños siempre..”


* Ossie Garbuyo/Gabriel Méndez/Anibal Pereda - "Bufón"

Vigésimosegundo Destino - Madrid y Valencia, España


Siguiendo con la recorrida española, llegó el momento de conocer su capital, Madrid. La ciudad de Barcelona marcó el final de la vida de hostel, nuestros dos últimos destinos seríamos recibidos por amigos que se encuentran viviendo en la “Madre Patria” que amablemente nos abrirían las puertas de su casa. Los puntos finales de muchas cosas que hemos experimentado, vivido, a lo largo de estos cuatro meses y medio de viaje comenzaban a aparecer de a poco.

Al arribar a la estación de Atocha, el amigo Fede Pugliese nos estaba esperando para acompañarnos hasta el apartamento que se encuentra compartiendo con su esposa Florencia desde hace apróximadamente un semestre. Recorridas callejeras acarreando las valijas de mil batallas, y finalmente llegada a destino, un tanto cansados, aunque contentos de reencontrarnos con amigos tan lejos de casa. Las relaciones y afectos no conocen de distancias.

El momento de destinar las primeras horas a la faceta más turística de Madrid llegaba luego del almuerzo, empezando por el Parque del Retiro, con su verde, sus fuentes y el lago principal como centro del mismo. Paisajes naturales, cálidos, que lamentablemente no abundan en este punto de España y que nos daban un respiro entre tanto calor y cemento.

La caminata primaria intentaba hallarnos en una gran ciudad, donde el asfalto predomina con imágenes que recuerdan a Buenos Aires y la curiosa falta de gente sobre sus calles, contrario a lo que preveía. La explicación de esto útlimo viene dada por el hecho de que aquí nos encontramos en el inicio de temporada de verano, haciendo un paralelismo con Uruguay sería algo así como estar en Montevideo en la primer quincena de enero, por lo que la mayoría de residentes madrileños se encuentran de vacaciones en zonas costeras por estos calurosos capitalinos días.

La Puerta de Alcalá nos invitabas a pasar frente a ella, todo un símbolo de esta ciudad. Arco del triunfo que supo ser puerta de acceso a Madrid para aquellos visitantes provenientes fundamentalmente de Francia o Cataluña, se encuentra ubicada en el centro de la rotonda de la Plaza Indendencia y de la ciudad misma. Quise entender el significado de la famosa canción que la evoca, pero me di cuenta que sólo sabía la frase que decía “ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo: La puerta de Alcalá”, lo cual dificultaba cualquier tipo de análisis al respecto.


Siguiendo con la recorrida, el inmenso Banco de España aparecía en nuestro horizonte con la famosa fuente de Cibeles mirándolo desde lo bajo. Cuna de diversos festejos, sobre todo deportivos, reflejaba en sus aguas las memorias de la historia. Aquí las banderas de España flameaban por diversos puntos de la ciudad, lo que marcaba un evidente sentido de pertenencia, que marca a las claras las diferencias notorias que existen con los visto por ejemplo en Barcelona por razones conocidas por todos.

La zona de la “Gran Vía” con sus grandes locales comerciales fueron transitados con la prisa que imponía un calor desmedido por esas horas, hasta que finalmente detuvimos nuestro andar para descansar frente al Cine Callao en donde proyectaban por pantalla gigante el partido de basket entre España y Rusia por las semifinales de los Juegos Olímpicos de Londres.


Un tiempo sentados sobre el piso, que hervía por esas horas, ingreso al cine acompañado de festejos locales por la victoria española, y rumbo a la “Puerta del Sol” con sus artistas callejeros intentando ganarse el mango a través del arte. Esperábamos encontrarnos con algún tipo de puerta, como su nombre lo indicaba, pero la misma es inexistente, un claro potencial caso de denuncia en la "Liga de Defensa del Consumidor".

Continuamos hasta la Plaza Mayor, para luego tomarnos un tiempo y disfrutar de unas cervezas que el caluroso día demanaba, acompañadas de unas “bocaditas”, que son algo así como unas pequeñas empanadas o algo del estilo, bastante sabrosas y de diversos gustos.


Cuando la tarde comenzaba a caer llegamos a la zona de “Lavapies”, en donde se estaba realizando una fiesta callejera por motivo de los festejos tradicionales de San Lorenzo (Santo local), que el calendario marcaba para ese día.

Diversos puestos que vendían comida, sobre todo parrillada, y en el escenario principal increíblemente ubicado de manera pésima por apuntar hacia unos arboles, una banda local hacía sonar sus primeros acordes de metal medieval, como se los denomina por acá. Banda veterana, paradojicamente de nombre “Ñu”, con una influencia claramente asociada a JethroTull. La flauta a la cabeza, la gente colgada acompañando, y un sonido que invitaba a disfrutar de la sofocante noche que no daba tregua ni siquiera por esas horas.


 


En Madrid se encuentra prohibido tomar bebidas alcohólicas en la vía pública, lo que lleva a toda una movida de venta clandestina de cerveza utilizando como indicador de la presencia del vendedor, el crujir constante de la ya abollada lata. En el lugar nos encontramos con un grupo de amigos de Fede y Flor, principalmente chilenos, con los cuales intercambiamos vivencias y algunos beberajes de rigor. Terminamos el día emprendiendo un presuroso retorno hacia la estación de metro, dado el inminente cierre por esas horas, para finalizar bastante extenuados la larga jornada de bienvenida capitalina.

El día siguiente fue tranquilo, distendido. Luego de dormir una añorada cantidad de horas, salimos a una recorrida “shoppingistica” por la zona de Callao que aún permanecía casi desértica.

Disfrutamos de un parque en Segovia que parecía ser el único punto fresco de la ciudad, y en horas de la noche asistimos a una cena a la que habíamos sido invitados por el grupo de gente que compartimos parte del día anterior en Salvapiés. Un toque de glamour con diversos platos de sushi caseros preparados, acompañados de diversos Cuba Libre, Tequilas mexicanos y charlas extendidas por varias horas. Una divertida noche, con algún herido de bebida blanca y el gusto de sentirse bien recibido por gente desconocida que amablemente abre las puertas de su casa.

Nuestro último día aquí siguió con la tranquilidad que Madrid imponía. Los cuatro aprovechamos el soleado día para realizar un picnic en la zona de “Casa de Campo”, algo así como un gran parque con un lago en su interior. Espacio natural de esos que escasean en esta ciudad, tranquilidad, cotorras cantando sobre los arboles y el gusto de estar sin nada más (ni menos) que amigos y un bello paisaje de por medio.


 

A la noche acompañé a Ceci al aeropuerto para que tome su vuelo hacia Montevideo. Después de compartir más de cuatro meses a sol y sombra, era tiempo de seguir unos días en soledad, felices de haber tenido esta hermosa oportunidad que la vida nos dió.

El siguiente día, temprano en la mañana dejé mi valija en Madrid, en casa de Fede y Flor, para partir mochila al hombro con destino a Valencia.

Mientras viajaba en el ómnibus camino a la ciudad costera del este, reflexionaba sobre aspectos del viaje, sobre encontrarme sólo en estos momentos luego de haber compartido ruta con tantas personas a lo largo de esta historia de varios meses. Soledad pasajera, bella por momentos y plataforma ideal para pensar, proyectar, soñar.

Al llegar a la terminal valenciana, mi amigo conocido en la jerga de Araminda como “el Negro Diego”, el cual reside aquí desde hace muchos años con su esposa e hijos, pasó a buscarme con su esposa para trasladarme hasta su casa en la que estaría hospedado cerca de tres días.

El lugar en que pasaría mis últimos momentos del viaje se llama "Port Saplaya", zona costera ubicada en la municipalidad de Alboraya, en las afueras de Valencia. Algunas postales con recuerdos montevideanos de camino, arboles bien nuestros, y una rambla que invitaba a recuerdos y proyecciones diversas.



El recuento de los días aquí data de mucha vida playera, largas charlas, guitarras, extensas jornadas de bar. Conocer mucha gente, valores que alegraban las jornadas como el gran Antonio y los piques de Ariel, muchas historias de vida y de remar la vida. Corderos en la noche, Cruz del Sur, recorridas varias, pubs de cierre, resaca (que no es más que el cuiroso nombre de un bolichón local). El puerto con  sus hermosos botes flotando sobre las calmas aguas, la tranquilidad de un lugar ideal para vivir y encontrarse con uno mismo.




Hospitalidad de inmenso agradecimiento, Negro y Eva, los brazos abiertos, la emoción de sentirse querido y de que te abran las puertas de su casa de par en par. La alegría también de ver bien a gente humilde, laburadora, amiga. La crisis no se disimula en España, pero se la enfrenta y se le da batalla para que los sueños y el futuro sigan por el mismo camino.

Partí luego de tres días felices, de muchas historias y contento de haber cerrado aquí mi viaje. La alegría en los ojos de Alonso, hijo del negro y Eva, me quedan guardadas como la misma que me llevo a Montevideo luego de estos meses llenos de vida.

Al final fue tiempo de volver a Madrid para reencontrarme con Fede y Flor y tomar mi valija que me devolvería a mi querido país. Un fuerte abrazo a ambos por habernos tratado tan bien, por su dedicación a vernos felices, y por habernos recibido con la calidez de sentirnos como en casa. Estas actitudes a uno le llenan el corazón, no todo son intereses, la vida mantiene estas esperanzas. Hasta la vuelta, muchas gracias amigos.


martes, 14 de agosto de 2012

Vigésimosegundo Destino - Barcelona, España

Nuestro último país a conocer en este extenso viaje aparecía luego de unas cuantas horas de tren desde París. España iba a marcar la despedida del “Viaje del viaje”, aunque tres ciudades sumamente diferentes entre si aún quedaban por conocer, por sentir, por vivir.

Barcelona es la capital de Cataluña, comunidad autónoma situada dentro del territorio español, del cual incansablemente escuchamos deseos de independencia de parte de diversos catalanes que se han cruzabado en nuestro camino. Se vuelve difícil saber a ciencia cierta la viabilidad de estas ideas desde nuestra poco informada posición, algo similar a lo que ocurre con los vascos intuyo, aunque resulta evidente que existen diferencias internas sumamente marcadas que se reflejan en realidades socio culturales y económicas dispares entre unos y otros. 

La ciudad se encuentra claramente marcada y coloreada por el blaugrana caracteristico del “barca”, con una inagotable oferta de camisetas con la número 10 de Messi por doquier, así como también con el estilo destilado por estas latitudes del arquitecto Antoni Gaudí.

Llegamos hasta nuestro hostel, "Downtown Paraíso", el cual se ubicaba en la zona de la ciudad vieja y a unos metros de la rambla, que no es más que la calle principal y no la idea asociada que nosotros tenemos de esta palabra en nuestro país. La misma desemboca en el puerto de la ciudad, lugar por el que empezamos nuestra recorrida libre del día, sin apuros, respirando el aire de un lugar lleno de turistas, fundamentalmente jóvenes que buscan aquí un poco de playa y sobre todo, de noche y joda.

El monumento a Cristobal Colón y una carabela anclada en el puerto, sumado a edificaciones modernas que se confundían con el muelle y el mar a sus costados, eran las primeras postales de la zona portuaria. Recorrimos el lugar, descansamos sobre el verde pasto de una plaza, y seguimos caminando por las estrechas calles de la zona que invitaban a perderse, a transitarlas sin un rumbo cierto.

Las vueltas nos llevaban a lugares distintos, similares pero encantadores, a puntos que no veíamos en los mapas que innecesariamente por momentos queríamos mirar como referencia sin sentido. Paramos a cenar unas pizzas en un lugar que evidenciaba ser económico y cálido, más lo primero que lo último, para luego movernos a unos escasos metros hasta un pub rockanrolero en el cual degustamos unas cuantas cervezas “Estrella” a un excelente precio (hasta que se agotó el "Happy Hour of Beer"  y tiramos la bomba de humo).

El segundo día el itinerario marcado por gente más conocedora del lugar que nos dío una mano en el hostel, nos llevaba a explorar un poco más sobre la vida y obra de Gaudí, máximo exponente del modernismo catalán. Su arquitectura muchas veces informal, sumamente atractiva, y una vida bohemia que encaja a la perfección con el estilo que se observa en las calles y vida de Barcelona, eran motivos más que suficientes para ir tras su huella.

Comenzamos conociendo el “Parque Guell”, un viaje a un lugar que parecía por momentos de fantasía. Las estructuras de entrada con el sello característico del autor, fuentes con animales decorados en coloridas cerámicas, una especie de selva de piedra con columnas inclinadas que evocaban algún mundo de ciencia ficción proyectado en mi imaginación. Una de las casas en las que vivió durante parte de su vida también se encontraba dentro del parque, cuanta belleza escondía ese lugar con la naturaleza como base de toda su obra. La piedra puede ser preciosa también.


Salimos del parque cuando el calor del mediodía se volvía difícil de soportar, para partir rumbo a conocer la famosa iglesia “Sagrada Familia”. La misma comenzó a construirse en el año 1882 y aún al día de hoy permanece en construcción, lo cual como buenos uruguayos no debería llamarnos tanto la atención. Es considerada como una de las obras fundamentales del modernismo y el estilo neogótico de Gaudí, y es uno de los atractivos turísticos más visitados de España. La improvisación era un sello distintivo de Gaudí según nos comentaban, y si bien han quedado planos de la idea original, al fallecer este en el año 1926 queda un vacío difícil de llenar que deriva en que la obra aún siga en etapa de construcción y rediseño. Se aprecia claramente el paso de los años en algunas partes, por lo que la comparación de las partes actualmente en proceso con las primeras torres de cuando Gaudí vivía, resulta evidente.


Comenzamos a caminar, luego de unas cuantas fotos de la iglesia desde diversos ángulos, para pasar por frente a la obra de nombre “La Pedrera” en donde no encontramos ni "el desplayado", ni al Pelado Cordera ni a Maitena. Turistas a pleno en esta primer parte del día, de viaje fotográfico. Hay que saber combinar.

Ya en horas de la tarde fue momento de un poco de playa, con un agua que invitaba a meterse y una arena tupida de gente que invitaba retirarse. Luego de un tiempo de muchedumbre amontonada salimos y disfrutamos de una banda callejera que interpretaba temas con aires cubanos, divertidos e ideales para tirar unos pasos de esos que a mi me cuestan tanto. Ritmo, energía y la playa como fondo ideal para disfrutar de un gran momento en las costas catalanas. Las manifestaciones artísticas brotaban con frecuencia en este trayecto, emergiendo de las calles, mostrandome las cosas que más me arcercan a una ciudad, a su escencia. 


Ya en nuestro último día en Barcelona tomamos el metro para conocer Montjuic, barrio y gran montaña ubicada al oeste de la ciudad. En la cima de la misma se encontraba un gran castillo, que había sido punto clave para diversas guerras del pasado, así como también utilizada como prisión y lugar de fusilamiento de muchos prisioneros políticos durante la dictadura de Franco.

El lugar no guardaba esa imagen aterradora, de sangre derramada y supresión de libertades de diversa índole, sino todo lo contrario: una vista asombrosa de la ciudad y un castillo que parecía sacado de algún cuento infantil. Para llegar allí se podía hacer mediante un teleferico, por unos 10 euros por cabeza, o bien caminando la empinada montaña ubicada a ciento setenta metros sobre el nivel del mar en unos treinta minutos al rayo del sol. “Caminante no hay camino”, la opción era clara a esta altura del viaje. 


Disfrutamos ampliamente de la hermosa vista de la ciudad que desde allí se observa, y comenzamos a bajar la montaña hasta llegar al Estadio Olímpico, hogar del club de fútbol Espanyol de Barcelona y centro principal de los Juegos Olímpicos del noventa y dos que allí se celebraron. Pudimos entrar al estadio, sacar algunas fotos del prolijo escenario y seguir nuestra ruta.

Mientras Ceci volvía a almorzar al hostel, el “bichito futbolero” pegó en mi, por lo que decidí emprender camino rumbo al estadio del F.C. Barecelona; el mítico “Camp Nou”. Allí había un tour, que por unos quince euros con carnet de estudiante te permitiría conocer de cerca el estadio del mejor equipo de fútbol de los últimos tiempos.

La “Camp Nou Experience” se inicia con una serie de fotografías, objetos de diversas épocas, animaciones en pantallas táctiles, más un inmenso número de trofeos del club desde sus inicios en 1899 hasta el día de hoy. Fue interesante conocer sobre la historia del club y la estrecha relación con la parte política, con Catalunya y las injusticias padecidas también durante la dictadura de Franco en aquellos años negros.

Los balones de oro de Messi y otros jugadores del pasado, la referencia a otros deportes, hasta llegar a un punto por demás esperado: la salida a la cancha. Un estadio inmenso, el más grande de Europa, moderno y lleno de gloria reciente.


Pasamos por la zona de vestuarios, por la zona mixta, la sala de conferencia de prensa y un lugar interactivo con audios de la hinchada en pleno partido, videos de momentos inolvidables para la historia del club y diversas pantallas mostrando los últimos logros del club. Al final había una enorme tienda de venta de infinidad de productos relacionados al club, aunque logicamente a precios establecidos para turistas pudientes dentro de los cuales no podíamos incluirnos. Valió la pena el paseo.


En la noche teníamos ganas de salir de recorrida y una de las recomendaciones apuntaban a una fiesta denominada “anti-karaoke”, de la cual desconocíamos exactamente su esencia. Confiamos en las palabras experientes de mi amigo Nico que había asistido en Madrid un tiempo atrás, y partimos rumbo al boliche "Apolo" en el cual se llevaba a cabo este particular evento. El lugar era un típico boliche de rock n' roll, oscuro, gente del palo, música al mango y un escenario en el que curiosamente faltaban los instrumentos musicales sobre él. La idea de la fiesta es que uno debe anotarse en unas listas que hay en la entrada y seleccionar una de las más de quinientas canciones que hay en el repertorio para cantar frente a las masas que destilan energía y ganas de una buena dosis de rock n roll basicamente. No estaban las clásicas “letritas” de los karaokes convencionales en una pantalla de fondo, sino con suerte un atril con la letra para quien lo solicitara y un sonido que parecía estar siendo ejecutado en vivo por el volumen y calidad con la que se escuchaban los instrumentos.

La movida estuvo por demás entretenida, muy pintoresca por sobre todo. Diversos personajes copaban el escenario para interpretar temas variados, con un “acting” desarrollado y un apoyo del publico que generaba un momento especial fomentado por la animadora principal que se encargaba de las arengas de rigor.

Lamentablemente no pude subir a cantar a "Basket Case", me quedé con las ganas ya que no siempre es fija poder hacerlo, aunque partimos del lugar habiendo disfrutado de una noche divertida, distinta y agitada.

Al día siguiente partimos a Madrid, agradados por el trato que nos dieron en nuestro hostel y por la onda que nos regaló Barcelona en estos tres días conociendo la ciudad. El “derby” comenzaba a inclinarse para el lado catalán como es costumbre en los últimos años...

sábado, 11 de agosto de 2012

Vigésimoprimer Destino - París, Francia (Parte 2)

Nuestro segundo día en París nos deparaba a primer hora del día conocer el mítico”Louvre”, museo de cita ineludible para quien visite esta ciudad. El Metro tenía una parada allí mismo, por lo que al salir de la estación nos encontramos con la fachada del mismo y su puerta de acceso principal.

Desconocíamos que el primer lunes de cada mes la entrada es gratuita, lo cual tenía la faceta positiva en el ahorro monetario, pero la negativa se vislumbraba en cuanto a la cantidad de gente que acudía al mismo ese día. En el preciso momento en que observamos la fila empezaba a ponerse potencialmente extensa para nuestro ingreso, pude observar a mi derecha otra puerta de entrada sumamente pequeña, casi sin gente, y que evidenciaba ser para personal autorizado o similar. En ese instante logré percatarme de que era un buen momento para sacar a relucir mi carnet de prensa “debidamente autorizado por las autoridades urugayas”, el cuál finalmente logró facilitar nuestro ingreso inmediato al museo sin ningún espera alguna. En horas de la tarde, al encontrarme con compañeros del Grupo de Viaje, me contaban que la misma había sido de más de dos horas, por lo cual la jugada nos salió redonda. Gol de media cancha.


El Museo del Louvre es el museo de arte más visitado en el mundo, ubicado en el antiguo Palacio Real del Louvre, y en donde se alojan diversas colecciones que abarcan desde descubrimientos del antiguo Egipto, hasta pinturas de los más reconocidos pintores del Francia y el mundo.

El edificio es verdaderamente inmenso, recorrerlo integro y dedicándole el tiempo debido a cada una de las diversas obras u objetos expuestos, probablemente demandaría un día integro o probablemente más. Una gran pirámide de vidrio se observa en el centro del patio principal, lo que sumada a otras dos pequeñas a sus costados más una última que se encuentra del revés, cierran una imagen de un museo completo, lleno de historia.

La recorrida nos insumió casi cuatro horas en donde pudimos apreciar obras espectaculares, dentro de la que se encontraba obviamente la famosa “Gioconda” de Leonardo Da Vinci. Era increíble ver a la gente amontonada como ganado procurando sacar alguna foto, parecía la típica imagen de un notero queriendo sacarle una palabra a algún artista importante rodeado de varios guardaespaldas. Me gustaron sin dudas mucho más otras obras que iba viendo de camino, aunque mi escaso conocimiento de arte imposibilita una visión objetiva o con fundamentos.


Luego del almuerzo en el interior del museo, salimos a las calles con una lluvia intensa que comenzaba a caer sobre nosotros. El día a su vez era considerablemente frío para la época del año que es en Francia, por lo que decidimos esperar un poco debajo de unos arboles, con el “Arco del Triunfo de Carroussel” a uno de los costados y la calle Champs Elysees asomando al otro; Un regalo para la vista.

La lluvia lentamente comenzó a amainar, por lo que comenzamos a transitar tranquilamente entre los arboles y aires calmos de los “Jardines de las Tullerías”. Al final del mismo, el Obelisco de la ciudad nos marcaba el inicio de la Avenida Champs Elysees, descrita por muchos como una de las más famosas y hermosas en el mundo. En ella se encuentran varias de las principales afamadas tiendas de moda, como Louis Vuitton, Channel, Cartier, más alguna otra que no recuerdo, conozco y más que probablemente nunca llegue a comprar absolutamente nada.

La avenida era amplia, reluciente, con muchos autos lujosos circulando sobre ella y un gran caudal de gente transitando sobre sus extensas veredas. No me animaría a catalogarla de “hermosa”, o algo similar, aunque era cuanto menos sumamente atractiva y con un cuidado por demás importante. Uno de sus encantos principales, según mi parecer, se lo da el hecho de vislumbrar al final de la empinada calle el “Arco de Triunfo”, uno de los símbolos de París y que le da una imagen sumamente interesante al lugar en su conjunto.

El Arco de Triunfo fue mandado a construir por Napoleón Bonaparte en el año 1806 como reconocimiento a sus soldados por la victoria en la batalla de Austerlitz. La idea primaria era la de ubicar el mismo en la Plaza de la Bastilla, que era por donde llegarían sus tropas, pero finalmente se terminó levantando en el lugar en que se encuentra actualmente: la Plaza Charles de Gaulle

Impacta mucho desde cerca, desde lejos. El tallado sobre la piedra, los detalles perfectos de una construcción increíble de una altura aproximada de casi cincuenta metros. La plaza en que se encuentra es rodeada por una gran cantidad de calles, sobre las cuales circulan en varias direcciones un constante y elevada cantidad de vehículos que hacen casi inviable poder llegar simplemente cruzando la calle. Por este motivo es que para poder acceder al mismo, es necesario hacerlo a través de túneles subterráneos que desembocan en el centro mismo del Arco.

 

Luego de un gran número de fotos diversas, de observar por unos minutos a una banda militar que se encontraba realizando algún acto protocolar en el lugar, seguimos camino rumbo a la Torre Eiffel a unas quince cuadras de diferencia entre un punto y otro.

De camino, descendiendo por la Avenida D' Iena casi se nos pasa desapercibido algo que nos impactó por el desconocimiento de su existencia: La Plaza del Uruguay (“Place de L'Uruguay”). En pleno corazón de París nos topamos con una plaza en honor a nuestro país, con una estatua del procer de la patria José Gervasio Artigas y en reconocimiento a nuestra independencia. Incrédulos de lo que veíamos posamos y tomamos varias fotografías frente a la estatua, frente al cartel de la plaza. Esto generó que un grupo de turistas que venía detrás nuestro, probablemente de los países bajos por su aspecto, viendo la relevancia que le estábamos dando a eso se sacaran también varias fotografías sonrientes y abrazadas al seguramente desconocido procer para ellas. Grande Artigas.



A media tarde nos topamos de cerca con la magia de la Torre Eiffel, la cual el día anterior se había dejado solamente espiar un poco desde diversos puntos de la ciudad. Se vuelve bastante emocionante estar frente a un ícono tan importante en el mundo entero, del que tantas fotografías habíamos visto a lo largo de nuestras vidas.

La torre originalmente se denominó “Torre de los trescientos treinta metros”, aunque un tiempo después adquirió el nombre actual en honor a quien la diseñó: Gustave Eiffel. Su construcción finalizó en el año 1889, y fue objeto de una gran controversia en la época debido a que muchos entendían era una obra que no resultaba para nada atractiva a la vista, opaca. Lo cierto es que el tiempo la puso en un lugar de referencia ineludible cuando se piensa en Francia, más aún en París, siendo uno de los monumentos más visitados en el mundo desde hace muchos años.

La obra a plena luz del día no me pareció por demás bonita, aunque es cierto que el atractivo principal se lo da justamente la importancia asimilada a su imagen. El gris prevalece, asociado al hierro que se observa por doquier a lo largo y ancho del gran tamaño que la misma posee.


Hay varias opciones a la hora de subir a la torre, en donde en todas obviamente se debe pagar. La opción más costosa es la de acceder a la superficie en ascensor todo el trayecto, mientras que en el otro extremos se encuentra la de hacerlo por unas interminables escaleras que sólo llegan hasta el quinto nivel, lo cual es una inmensidad. Nosotros tomamos una opción intermedia, en la cual por 10,5 euros subimos dos niveles por escalera y hasta la cima por ascensor. La opción fue acertada, nada por demás agotadora la primer parte y una vista increíble de la ciudad en la parte superior. Contemplamos los diversos puntos claves de París desde lo alto, las catedrales, museos, obras, parques, puentes y el Río Sena en toda dirección.



Al descender estaba ya anocheciendo, por lo que decidimos quedarnos a disfrutar la últimas imagenes desde un parque contiguo, en donde había una gran cantidad de personas sobre el cesped tomando algo o simplemente observando la inmensa torre.

 

Al momento de partir sentimos unos gritos que nos llamaron la atención y alarmaron, pensando que algo extraño estaba sucediendo allí. La sorpresa fue mayúscula al elevar la vista y percatarnos que la torre se había encendido magistralmente, con un juego de luces blancas a lo largo de la misma que deslumbraban por la hermosa visión que regalaba. Parecía un inmenso arbol de navidad, ahora si con una imagen sumamente bella, que quedó guardada en nuestras retinas.

Era tarde en la noche, el día estaba finalizando, cuando partimos a nuestro hostel con la certeza de haber vivido un día mágico, único e inolvidable.

El último día en París implicaba salir a conocer el “Palacio de Versalles”, en las afueras de la ciudad. El mismo había sido utilizado en siglos pasados como residencia de la familia real, lo cual implicaba un interior sumamente lujoso, sumado a unos parques y jardines exteriores inmensamente hermosos.

El Municipio de Versalles era un lugar que marcaba un cambio en el aire que se respiraba, sumamente distinto al de París. Una gran tranquilidad transcurría en la zona, parecía un coqueto pueblo del interior con su clima cálido, ameno, hasta familiar.

 

Llegamos y nos desayunamos con la noticia de que el interior del palacio iba a estar cerrado ese día, por lo que solamente podríamos conocer el exterior del mismo, así como también sus jardines y parque en las afueras. La situación si bien no era la deseada, tampoco nos generó un descontento mayor, había que mirar el lado inmensamente positivo de la cuestión y de estar allí presentes.

Almorzamos una clásica baguette francesa en una plaza y partimos rumbo al palacio, a unos escasos metros. El portón de entrada ya evidenciaba un lujo importante, lo mismo que la obra sobre sus espaldas y todo lo que rodeaba al mismo. Por un costado traspasamos un corredor para llegar a la increíble vista que el jardín nos regalaba, contrastada con la también espectacular fachada del edificio real con sus tallados en piedra y estilo particular pegado a él.



Las flores de colores diversos se observan incansablemente. Aparecían las primeras fuentes, los cisnes y patos que nadaban en el interior de ellas, el verde de diversas tonalidades a donde uno dirigiese la vista, las estatuas en mármol al costado del camino que llevaba a un inmenso lago. Los botes a remo transitando tranquilos sobre el, con la misma paz que se respira en ese lugar. Nos tiramos en el pasto, respiramos, sentimos la energía de un lugar lleno de vida y encanto.


Luego de un largo rato volvimos a la ciudad, un cambio de aire se volvía a imponer aunque la idea del contraste también resultaba atractiva. Decidimos ir al "Barrio Latino", lugar que nos habían recomendado para caminar sin rumbo predeterminado y tomar algo en alguno de los numerosos bares o restaurantes que allí se alojan. Hicimos eco de las recomendaciones, disfrutamos del ambiente bohemio y artístico del lugar, finalizando así nuestra estadía por esta hermosa ciudad.

Los días en París terminaron, muchas imagenes, sonidos, aromas, probablemente perduren por mucho tiempo. Que no se apaguen nunca tus luces, “Au Revoir París”.