viernes, 29 de junio de 2012

Trigésimo Destino - Varanasi, India

La llegada a India venía envuelta en diversos comentarios de índole sanitario y de una pobreza extrema.

El primer destino en este país era la ciudad de Varanasi, cuna del hinduismo y primer civilización de la historia de la humanidad según los guías locales. La ciudad adquiere dicho nombre en función de encontrarse situada entre dos ríos: Varuna y Asi.

En India viven más de mil doscientos millones de habitantes, en donde en el entorno del ochenta por ciento de la población es de religión hinduísta, el resto se reparte mayoritariamente en musulmanes y en menor medida cristianos u devotos de otras pequeñas religiones. Estos datos, al igual que en Nepal, no son menores a la hora de procurar entender como viven y piensan por aquí.

Las primeras imágenes al llegar a Varanasi fueron fuertes, chocantes. Los cuentos sobre este lugar quedan cortos ante las sensaciones que se experimentan al ver la pobreza en la que vive la gente de esta zona. Se observan niños desnutridos, prácticamente sin ropa, correteando descalzos por las sucias calles o durmiendo rodeados de moscas en ellas. Gente pobre, con miradas perdidas y un futuro de esperanzas quebrado probablemente desde que tienen uso de razón.

Una ciudad gris, con tierra sobrevolando el aire, basura por doquier y casas que parecen a punto de caer. Las mismas son todas muy parecidas, con un rústico comercio delante y encima del mismo el lugar en donde viven.

Las vacas, sagradas ellas, transitan por la ciudad libremente encima de las precarias veredas, o bien recostadas tranquilamente sobre la calle misma. Muchas de ellas sumamente desnutridas parecen no tener dueño, aunque después nos cuentan que salvo las más viejas que ya no resultan productivas, si lo tienen y son dejadas ahí al inicio del día para que “empasten” tierra o desechos.

Se dice que esta es la ciudad del dios Shiva, uno de los dioses principales de la religión hinduísta junto a Brahama y Vishnu, por lo cuál la misma adquiere una dimensión especial para sus devotos En el entorno de cinco mil peregrinos por día arriban a Varanasi, principal ciudad espiritual de India, en busca de purificar su alma en el Río Ganges. En las fechas religiosas el número asciende al entorno de los doscientos mil visitantes diarios, lo cuál marca a las claras la importancia del lugar para ellos. Cuentan que al menos una ves en su vida, todo hinduísta la visita, haciendo cientos de kilómetros de a pie en muchos casos o de la forma que sea para poder llegar al mítico lugar.

La visita al Río Ganges comenzó en horas de la madrugada, en busca de ver allí amanecer, dado que es la hora en la que asisten la mayoría de peregrinos y además de vuelve necesario buscar zafar lo más posible de las altísimas temperaturas que azotan durante el día. El calor se vuelve realmente insoportable por momentos, temperaturas seguramente superiores a los cuarenta y cinco grados, hacen sumamente tedioso estar en la calle después de las ocho de la mañana.

Cerca de las cuatro y media de la mañana estábamos descendiendo de nuestro ómnibus en busca de llegar al Río, aunque nos separaban unas diez cuadras que había que hacer a pie para llegar.

El panorama de esas calles en la oscura noche era crudo, triste y desolador. Se veía aún más pobreza. Más personas extremadamente humildes, sin más ropa que sus pantalones, las cuales dormían en la calle, veredas o donde fuese. Algunas comenzaban a despertar y me llevaban a plantearme si realmente era lo que querían, duele ver la realidad a veces. La basura estaba desperdigada por todas partes y el olor era insoportable, difícil de respirar por momentos. Se veían muchas vacas en la calle, durmiendo o transitando sobre ellas, comiendo basura y rodeadas de moscas. Un panorama desolador, un baño de la peor cara de la realidad. Es crudo pensar como puede haber gente tan pobre en el mundo, que no tiene absolutamente nada, y mientras tanto en el mundo se gastan cifras millonarias en armamentos, guerras inexplicables y cosas banales sin ningún sentido alguno.

Cuando el día comenzaba a clarear, el Río Ganges, su historia y la diversidad de imágenes que regalan sus peregrinos a sus orillas, se pusieron ante nuestros ojos. Subimos en primer lugar hasta un observatorio, en donde luego de subir unas escaleras pudimos divisar más claramente el lugar en su totalidad. Desde lo alto, la contaminación que hay en el interior del río no se percibe y la vista es bastante bonita, algo muy lejano de lo que preveía antes de conocer la zona.



Una vez debajo, comenzamos a bajar las escalinatas que llevan a orillas del río para tomar una embarcación en la que daríamos una recorrida por el mismo. Lo primero que nos mostraron fue el lugar en donde se realiza las cremaciones, las cuales derivarán posteriormente en cenizas que serán arrojadas al mar como parte de sus creencias. Las llamas de la madera ardiendo se podían observar claramente, al igual que el humo negro y el olor nauseabundo de los cuerpos quemándose. También sus familiares despidiendo a sus seres queridos, con muestras de dolor y respeto.


Navegando, las imágenes se sucedían con un aire de incredulidad de lo que estábamos viendo. Personajes diversos se cruzaban en nuestro camino, hindúes bañándose felices como quien va a la playa de vacaciones, otros lavando sus ropas en el río, rezando. Una vaca muerta a la que sólo se le veía parte de su lomo inmerso en las aguas, niños, mujeres, ancianos, jóvenes. La contaminación, así como sus potenciales consecuencias sanitarias, quedaban en un segundo plano detrás de la fe y la búsqueda de purificación espiritual que los trae hasta aquí.


Se vuelve muy difícil transmitir con palabras las sensaciones que se experimentan estando en un lugar como estos, tan distinto y con una cultura que me resulta prácticamente imposible de descifrar en algunos aspectos.

Salimos del río ya padeciendo el calor que nos abrazaba y deshidrataba a cada paso que dábamos. Tomamos el autobús para dar una recorrida por la zona en la que se encuentran las universidades y dos templos más de camino. Me quedé con ciertas ganas de entrar a ver un poco sobre el funcionamiento de las facultades aquí, sobre la gente que asiste y como es la infraestructura de los centros educativos en esta parte de India. De los templos poco que contar, uno un poco novedoso debido a que en su interior tenía un mapa de la india tallado en piedra y otro del que poco nuevo hay que destacar al respecto.



Ya llegando a las diez de la mañana retornamos al hotel, dormimos un poco y en horas de la tarde partimos en avión con destino a Nueva Delhi, capital del país. Nos alojamos en un lujoso hotel, demasiado lujoso. Al momento de escribir estas lineas me percato de los contrastes del día de hoy, somos indudablemente muy afortunados.


2 comentarios:

  1. sin dudas muy zarpado lo que contas querido Cuña.... realmente debe ser un lugar de cosas muy hermosas, y tambien de cosas muy crudas, tristes y diferentes a lo conocido por nosotros.
    creo que sin dudas, este viaje te cambia todas las perspectivas.
    te quiero!
    beso

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    1. Grande cuña! Es como bien decís, sin dudas. Parte del viaje implica conocer todo: lo bueno y lo malo; los atractivos turisticos y una buena lección de vida que nos ayuda a valorar mucho lo que tenemos, así como también el lugar en donde nacimos y vivimos.

      Las crónicas vienen fluctuando igual, con estados de ánimo cambiantes por las cosas que vamos viendo y aprendiendo.

      Me alegro lo estén viviendo desde allá conmigo.
      Te quiero cuña, beso grande!

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