viernes, 27 de julio de 2012

Decimosexto Destino - Capadocia y Fethiye, Turquía

Arribar a Capadocia desde Estambul nos insumió más de doce horas. Por unos treinta dólares habíamos adquirido en una agencia local los boletos de omnibús que nos llevarían a esta enigmática ciudad, la cual deslumbraba a través de las fotos que muchas veces habíamos mirado y admirado durante años.

El viaje fue bastante agotador, de tobillos hinchados, dolores de espalda y sueños interrumpidos ante las diversas paradas que el bus iba realizando de camino.

Capadocia es un lugar que presenta una contextura geológica única en el mundo, consecuencia de erosiones volcánicas de miles de años atrás que han llevado a este aspecto natural actual increíble. Ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 1985 y cuenta con área protegida de más de nueve mil quinientas hectáreas.

La llegada a Goreme fue simplemente impactante. Una encandilante belleza que nos regalaban las construcciones del lugar sobre las mismas rocas, hacían desaparecer rapidamente las ganas de haber permanecido más días en Estambúl y los dolores que el viaje había traído consigo.


Nos hospedamos en un hostel cercano a la terminal, el cual como no podía ser de otra manera era de piedra y literalmente una cueva. La conexión con el lugar se alcanzó rápidamente, no siempre es fácil lograr esto en todos los destinos que uno visita.

El primer día lo tomamos para aclimatarnos, descansar un poco y comenzar a introducirnos en esta peculiar ciudad. Salimos, luego del almuerzo y unas horas de reposo, a dar una recorrida sin brújulas ni rumbo predefinido, dejando que el destino nos regalara por si sólo paisajes de ensueño y películas de ciencia ficción que paulatinamente iban apareciendo.


En la recorrida tuvimos la suerte de conocer a tres catalanes, David, Marta y Georgina, con los cuales nos enganchamos en una larga charla primero y luego compartimos unas cuantas cervezas nocturnas en unos banquitos al costado de las tranquilas calles del lugar. El amague de irme a dormir, algo común muchas veces en mi, se hizo presente en el entrono de la una y media de la mañana. Llegando al hostel, surgió expontaneamente una colgada y sumamente interesante charla con el amigo Siraco, que devino en el reencuentro con los nuevos colegas catalanes y la ida a un boliche local en busca de “la penúltima” de la noche. Seguimos hasta que nos cerraron las puertas, y pese a las amenazas de ir a activar las alarmas de rezo o de realizar algún otro acto de vandalismo, decidimos ir a descansar tranquilamente para el largo día que nos esperaba en unas horas. Sin lugar a dudas una de las partes más importantes, lindas y enriquecedoras del viaje es la de conocer gente. Siempre hay mucho que aprender y nuevas sonrisas de las cuales contagiarse .



Ese segundo día en Capadocia deparaba realizar un tour de todo el día para conocer la ciudad e inmediaciones más a fondo, sus paisajes, su historia y de ser posible también su gente y como viven. Las distancias que hay entre los lugares a visitar son en lineas generales lejanas desde el centro de Goreme, por lo cual tomar la opción de realizar una excursión se vuelve lo más viable para poder conocer la mayor cantidad de cosas que el lugar ofrece en poco tiempo. 

El “Green Tour”, como se denomina el que escogimos, se realizaba en una Van compartida con otros viajeros del mundo, con un guía que hablaba en inglés y un conductor que era sumamente parecido al conocido “Pelado” Peña.


El primer lugar en que paramos fue en lo alto de una colina, desde la cual se veía una vista panorámica de Capadocia que parecía irrealmente hermosa. Nos frotamos los ojos, se dispararon decenas de fotografías y seguimos camino a "Derinkuyu", también conocida como“Underground City”.

La misma es una ciudad subterranea como su nombre lo indica, la cual ha sido creada por sus pobladores a efectos de protegerse de diversas invasiones que han sufrido a lo largo de su historia. Cuenta con más de veinte niveles subterraneos, aunque sólo se nos permitió acceder a ocho, algunos sumamente estrechos a los que sólo podía accederse agachado y con escases de aire. Pudimos observar el lugar en donde en el pasado había dormitorios, iglesias, establos, bodegas, cocinas, o bien otros túneles que conectaban con otras ciudades subterraneas de la región. La asociación con los tuneles "Cuchi" de Vietnam era inevitable, los recuerdos a veces afloran.

Más tarde hicimos un disfrutable treking de una hora introcuidos dentro del Valle de Ilhara, rodeado de paisajes espectaculares que nos regalaba la naturaleza por donde uno mirara. Vegetación abundante, montañas, cuevas y el arroyo Melendiz que corría junto a nosotros a un costado de nuestra caminata. Vida, pura vida.


Almorzamos a orillas del río y más tarde fuimos camino a un lugar extraordinario como el Monasterio "Selime". En realidad poco tiene que ver en la actualidad con lo que nosotros conocemos como un monasterio, se asemeja más a una ciudad de piedra con infinitos recovecos, pasadizos, hermosas vistas y una estructura que ni al mejor escultor le podría haber quedado tan imperfectamente bella. Sin lugar a dudas uno de los lugares más lindos de Capadocia, que invita a perderse, a espiar por sus ventanas imaginarias y a hacer volar la mente al recorrerla. Aquí se iba a filmar parte de la película Star Wars, aunque por problemas con el gobierno turco de aquel entonces tuvieron que realizar la filmación en otro lado aunque con una escenografía inspirada en esto.



Cuando la tarde desaparecía y el sol comenzaba a caer, tomamos otro ómnibus con destino a Fethiye, abandonando así un lugar de fantasía. Un lugar practicamente imaginario, lleno de magia y paisajes de ensueño.

La pequeña ciudad de Fethiye es uno de los lugares con mayor crecimiento turístico de los últimos años en la zona, los cuales atraídos por sus hermosas playas acuden a conocerla. Se encuentra catalogada por alguno de esos rankings que andan en la vuelta como una de las "mejores playas del mundo" y seguramente diga que está "de más" la revista "Galerias".

El lugar era digno de ser admirado, sobre todo por el hermoso color de sus turquesas aguas. Lo menos rescatable eran sus arenas, o piedras mejor dicho, que hacían difícil el transitar sobre ella y que nos llevaba a valorar más aún nuestras playas en Uruguay, sus médanos y contextura. En la ciudad había también un centro lleno de bolichitos que prometen mucho, aunque dado que teníamos que salir a la tarde para Santorini no tuvimos la oportunidad de degustar algo en ellos.


Nos dimos unos cuantos baños en la playa como corresponde, almorzamos algo y partimos. Las ganas de vivir algo más allí, como ocurre en casi todos los destinos que visitamos, quedaron encendidas.

Así dejamos Turquía, envelezados por su belleza y con los deseos de retorno impregnados. Uno de los puntos altos del viaje sin lugar a dudas.

miércoles, 25 de julio de 2012

Décimosexto destino - Estambul, Turquía

Llegar a Estambul fue difícil y agotador. Varios vuelos y una espera de doce horas en el aeropuerto hicieron que nos insumiera prácticamente dos días poder llegar a este anhelado lugar.

La etapa del Grupo de Viaje había quedado atrás, las facilidades que esto traía consigo también. Toda llegada por la cuenta de uno a un aeropuerto es una experiencia en si misma, cargada de gente que busca aprovecharse del turista y su desconocimiento de precios, distancias o maneras convenientes de moverse en la ciudad. Ya el primer taxi que tomamos intentó pasearnos descaradamente, ya que no hicieron falta kilómetros para percatarnos sino sólo unos escasos metros de circo y sanateo constante. Esta vez no dejamos robarnos, por lo que nos bajamos inmediatamente y buscamos lograr a través de una Van obtener una mejor alternativa para llegar a nuestro hostel en el barrio de Taksim.

Al llegar al mismo, de nombre Taksim Lounge, ya quedaba en claro que los lujos a los que veníamos acostumbrados en el último mes habían quedado atrás. El cambio de estilo de vida se hacía presente, aunque disfrutabamos plenamente de este nuevo horizonte que se vislumbraba para el tiempo que nos queda viajando.


Dejamos nuestro equipaje en el cuarto que habíamos arrendado para los ocho que emprenderíamos esta etapa, y partimos mapa en mano a tomar un tranvía hacia el barrio de Sultanamet a unos escasos kilómetros de distancia.

El medio de transporte, la ciudad y todo lo que lo rodea, era sumamente pintorezco por donde se mirara. En las primeras imagenes que veía me llamaba la atención la ausencia de grandes edificios que generalmente traen consigo las ciudades de estas latitudes, las construcciones en las montañas, la interminable cantidad de banderas patrias flameando y lo encantador que se veía un lugar distinto al que me imaginaba de antemano.

Sultanamet tiene un estilo europeo marcado en sus calles, además de alojar la mayoría de atractivos históricos que habitúan visitar turistas como nosotros. Llegamos en pleno horario de rezo, por lo que debíamos esperar unos treinta minutos para poder conocer la Mezquita Azul y Santa Sofía, dos de los lugares a visitar en el día.

La primera logró impactarme mucho, sobre todo en su interior. La cantidad de matices de colores que había dentro eran impresionantes, distinto a lo que uno muchas veces prevee en este tipo de lugares. Me tire en la alfombra que cubría el suelo y me quedé un tiempo largo contemplando sus techos, las pinturas que alojan sus paredes o bien las terminaciones de la obra en si.


Otros compañeros visitaron Santa Sofía y luego la Cisterna de Yerebatan, para las cuales era necesario pagar un dinero extra. Con Siraco decidimos ir por unas refrescantes cervezas, para luego recorrer la zona sin un rumbo marcado. Para nuestra sorpresa vislumbramos a unos escasos metros un anfiteatro en el que se estaba realizando ensayos para una competencia de folklore y danza que curiosamente llegaba a su fin ese día. La música en vivo de fondo nos atrajo hasta el lugar, gente bailando, y violines, contrabajo o bombos que nos invitaban a disfrutar del espectáculo con la cúpula de la Mezquita Azul como fondo perfecto. Se sucedieron las charlas, las filosofías y visiones sobre este mundo imperfecto del que formamos parte. Un toque distinto en medio de tanta vida turisitica.

Volvimos al hostel más tarde y repetimos el plato del mediodía: los kebab. Carne o pollo, fritas, lechuga, tomate y aderezos, dentro de un pan de pita o flauta y a precios irrizorios de no más de 2 dólares. El ahorro decía presente, y el vicio por estos platos comenzaban a crecer día a día de nuestra estadía por aquí en Turquía. Se puede decir lisa y llanamente que nos salvo el viático esta comida local.

 

El día siguiente comenzó con varias vueltas de asuntos que debíamos resolver para proseguir con nuestro itinerario. Salimos en procura de adquirir el boleto de ómnibus que nos permitiera llegar a Capadocia y de averiguar los costos para enviar a Uruguay alguna encomienda que nos liberara de peso para el final de nuestro viaje. Una vez resueltos estos temas emprendimos una larga caminata por la atrapante, sutil y cautivante peatonal del barrio. La atravesamos de principio a fin, dejé muchos restos de baba ante la descomunal cantidad de casa de ventas de instrumentos musicales que había en la zona, para finalmente llegar a la parte antigua en que se aloja la Torre Galabata.

Nos quedamos un corto tiempo mirando la misma, las fotos de rigor, y seguimos la caminata hasta el “Gran Bazaar”. Este lugar venía promocionado como objeto de perdición de los amantes de las compras y el uso indiscriminado de la tarjeta de crédito, pero sinceramente no logró despertar en mi ningún atractivo particular. Los comercios eran muchos, pero sumamente repetitivos. Las Shishas eran lo más llamativo que se ofrecía, de todo tipo, tamaño y color. Habíamos acordado encontrarnos en un punto determinado a las tres horas de nuestro arribo, pero a la hora y media ya todos estábamos impacientes por no perder más tiempo allí. Perdimos a Claudia, como de costumbre, pero finalmente luego de una intensa búsqueda Siraco logró dar con su paradero y seguimos ruta camino a la zona del puerto cercano.


La oferta de recorrer el Bosforo era atrapante e interesante, por lo que tomamos un barco para navegar el mismo por más de una hora y media de recorrida. Un paseo relajante, sereno y disfrutable, con la increíble visión de contemplar la parte asiática de Turquía a un lado y la europea al otro.

El estrecho de Bosforo es justamente quien marca la división de los dos continentes en Turquía, más precisamente en Estambul, además de conectar el Mar Negro con el Mármara.



Una vez finalizada la recorrida, partimos a pie nuevamente para recorrer la peatonal de Taksim, la cual en la noche sabíamos tenía un atractivo particular. Se respiraba vida allí, cultura, música, arte. Infinidad de gente tocando en las calles, los trole bus antiguos pasando a nuestro costado, los recovecos de un lugar de ensueño que hacían que uno quisiera detener el tiempo y quedarse flotando allí por un tiempo indeterminado.

 

Volvimos a nuestro hostel para ver que podíamos hacer esa noche allí. La chica que atendía el mismo fue siempre de gran ayuda para nosotros en Estambul, por lo que acudimos a ella en busca de información nocturna útil para nuestras pretensiones. Luego de una larga lista de puntos a visitar, partimos con destino a una cueva local en donde supuestamente tocaban música en vivo y las charlas parecían prolongarse hasta altas horas en su interior. Nosotros probablemente no llegamos ni en el día, ni en el horario indicado, por lo que nos tomamos unas cervezas junto a Ceci, Vale y Siraco y retornamos a dormir sin haber podido caer en los encantos del lugar en cuestión. El callejón quedará para otra oportunidad.

El tercer día en Estambul fuimos a conocer la parte del país que se encuentra en continente asiático. Luego de bajar unas largas y empinadas escalinatas, tomamos un ferry para llegar allí e intentar ver las diferencias entre una zona y otra.

El cambio se observa. Un lugar más humilde se aloja en Asia, sin llegar igualmente a ser algo extremadamente diferente, además de que los precios bajan algunos escalones en las cosas que vamos preguntando en la recorrida. Un gran número de pescadores había instalados con sus cañas a orillas del Bósforo, niños jugando en el muelle y un aire fresco que se respiraba en la zona. Caminamos unas cuadras por sus ascendentes calles y compramos unas latas de cerveza que nos llevaron a instalarnos en el verde paso de una plaza para contemplar el soleado día desde allí.

El retorno fue más complicado. Las empinadas escaleras ya no eran de descenso sino lo opuesto, por lo que los deseos de teletransportación se hacían sentir entre escalón y escalón que íbamos subiendo. Considerablemente cansados llegamos a nuestro hospedaje, disfrutamos una picada en la azotea del mismo, y finalmente tomamos nuestras valijas para seguir camino a la enigmática Capadocia.


Estambul resultó una ciudad cautivante, que contiene un aire inspirador y una movida cultural digna de ser conocida. Las ganas de pasar más tiempo aquí estuvieron latentes hasta el último momento en que tuvimos que despedirnos; el deseo de volver quedó latente en todos. Hay lugares que tienen una magia propia, una mística que solamente se percibe estando allí. Me llevo su aroma, su música, su aire lleno de vida que se impregna en los sueños de los viajeros como nosotros.

Hasta la vuelta, Turquía.

lunes, 23 de julio de 2012

Décimoquinto destino - Aswan, Luxor y Sharm El Sheik, Egipto

La llegada a Awsan fue mediante un vuelo interno y de escasos minutos. Las condiciones de seguridad para hacerlo por tierra, como era costumbre en el Grupo de Viaje, se entendía no estaban dadas en este momento por lo que se suprimió realizar este tramo en tren. Si bien en nuestra estadía en Egipto no hemos presenciado ningún suceso que nos hiciera temer por nuestra integridad, el hecho de viajar permanentemente custodiados por gente armada, hacía que tomáramos cierta conciencia de que el lugar no daba para estarse regalando y que las precausiones nunca estaban de más.

Lo primero que conocimos en esta ciudad fue la “Represa de Aswan”, la cual fue construida para evitar que las aguas procedentes de Uganda y Sudán llevaran al desborde del río y generar una gran cantidad de pérdidas en las cosechas, templos, como demás aspectos de la zona. Esta represa permite además proveer de energía la zona, así como también administrar el caudal de agua para afrontar los meses de sequía que generalmente afectan a la región. La misma no logró generar en mi un atractivo particular, más allá de que la vista que ofrecía por encontrarse entre el Río Nilo y el Lago Naser ameritaba algún elogio por el contexto en que se encuentra ubicada.

 


A unos pocos kilómetros de allí se ubica el “Templo de Philae”, el cual tiene la particularidad de encontrarse en medio de una isla, a la cual que sólo puede accederse a través de un bote luego de un corto recorrido. Este templo fue construido en honor a la "Diosa Isis", diosa de la magia y símbolo tanto de la fertilidad como de la vida. El mismo supo estar sumergido en gran parte por las aguas que lo rodean, notandose en algunas partes el deterioro que ha sufrido por esta causa. La mezcla de estilo griego y romano se aprecia en las construcciones del templo, las marcas de las inundaciones que tiñen de negro sus columnas también.
 


Más tarde hicimos también el paseo probablemente más “de relleno” de lo que va del viaje, visitar el monumento denominado “Obelisco Inacabado”. Básicamente era una roca en medio de una cantera de granito, que si uno se esforzaba mucho (o consumía algún tipo de sustancia previamente) podía llegar a entender el fundamento de nuestra visita. Sólo daba para tirar algún chiste previsible y disfrutar de sobremanera el aire acondicionado del ómnibus que nos trasladaba de un destino a otro, dados los cerca de cuarenta grados de temperatura que había en esos momentos.

Uno de los momentos más esperados nos esperaba poco tiempo después: abordar un Crucero a través del cual durante cuatro días recorreríamos parte del país por las aguas del Nilo. Dada la gran cantidad de gente que somos en esta etapa del viaje, cerca de trescientos cincuenta, nos dividieron en dos grupos diferentes para estos días. Nos tocó el crucero de mayor dimensión, de nombre “Tuya”, que era sumamente completo y lujoso para nuestras pretensiones. Camarotes espaciosos para dos, restaurante, terraza, piscina, pub, sala de masajes, tiendas de venta de ropa, y algún servicio más que se me escapa, se encontraban desperdigados a lo largo de los tres pisos del mismo. También había allí un hermoso piano en el hall de entrada, el cual supimos disfrutar haciendo algo de música en horas de la siesta egipcia. Con el Mago al piano, Claudita en sus habituales coros y mi rascada de viola habitual, interpretamos unos cuantos temas diversos, variados y en algunos casos bizarros como de costumbre.



Luego de reconocer la cancha devenida en barco, hicimos un paseo opcional que consistía en una recorrida a bordo de un velero por las aguas del Nilo hasta la ciudad en donde habita una especie de “tribu” local denominados “Nubios”. Realizamos un baño refrescantemente disfrutable en las frías aguas del río, algunos optaron por realizar un paseo en camello por la zona, vimos un criadero de cocodrilos y finalmente tomamos una copa de bienvenida con una vista espectacular a nuestras espaldas.


De retorno en nuestro pequeño barco, mientras navegabamos decidimos con unos pocos compañeros subir a la azotea del mismo para ver el inminente atardecer que lentamente se imponía desde allí. El desierto del Sahara asomaba a uno de nuestros costados, la magia que el lugar regalaba en cada metro que íbamos avanzando era impagable. Dada la presencia en el lugar de nuestro guía egipcio, Mustafá, arovechamos el momento para informarnos y aprender más sobre la situación actual en la que se encuentra Egipto en estos momentos. Una charla sumamente enriquecedora, cargada de información desconocida, vista desde una óptica diferente y alejada de los intereses que los medios de comunicación manejan. Una tarde simple, pero sumamente bella y de una necesaria tranquilidad que imponía el propio lugar.



El día siguiente empezó a las tres de la mañana, vianda en mano partimos a conocer los templos "Abu Simbel" en un viaje en ómnibus de unas cuatro horas. Tuvimos que salir en una especie de caravana, dado que para este trayecto se recomienda a los turistas hacerlo con custodia policial para evitar así posibles contratiempos en la ruta. Se vió todo muy tranquilo, mucha arena de camino y nada que presumiera algo extraño.


En "Abu Simbel" se encuentran dos majestuosos templos, uno en honor de Ramsés II y otro más pequeño en honor a su esposa favorita Nefertari. Estos inmensos e impresionantes templos debieron ser desplazados años atrás por unos cuantos metros sobre montañas artificiales, debido a que las crecientes en las aguas hacían que los mismos corrieran riesgo de destruirse o deteriorarse por este motivo. Para hacer esto, que parece prácticamente imposible dado el tamaño de los mismos, fue necesaria la ayuda de la UNESCO quien aportó gran parte del dinero necesario para realizar esta tarea sumamente compleja que no evidencia ninguna secuela alguna de este traslado.


El templo de Ramsés II cuenta con cuatro grandes estatuas en su puerta, las cuales simbolizan las distintas etapas atravezadas a lo largo de su vida. Salvo una de ellas, que ha sufrido una rotura a causa de un terremoto, el resto se encuentra en un increíble perfecto estado. En su interior hay más de estas, aunque más pequeñas, además de una gran cantidad de pinturas sobre las piedras que adquieren diversos significados para esta cultura milenaria.


El contexto en el que se encontraban ambos templos, con un radiante Lago Naser a sus espaldas, hacían de esta visita una de las más impactantes de Egipto y probablemente del viaje. Contemplé el lugar desde lo lejos, desde cerca. A veces parece mentira que uno realmente esté frente a este tipo de maravillas que el mundo ofrece.

Volvimos al hotel sumamente cansados por las pocas horas de sueño conciliadas en los últimos días, sumados al trajín que el lugar impone y las altas temperaturas reinantes. Luego de una buena siesta, realizamos una larga jornada de bebidas y relax en la piscina de la parte superior del crucero que permitieron dejar por un tiempo atrás las recorridas de templos y similares, el andar incansable, el conocer constante que por momentos abruma ante la falta de tiempo de proceso de las cosas que se viven de manera constante.



A la noche fue turno de disfrutar de una fiesta de disfraces en el restaurate ubicado en el interior del crucero, la cual había sido organizada por el grupo para esa noche de viaje. Adquirí un atuendo árabe fusionado con elementos que iba consiguiendo de camino, como una bata, unas pantuflas, lentes "Ray ban", o un vaso retacón de whisky, que poco tenían que ver con la idea primaria. La fiesta estuvo sumamente divertida, bailamos la música de siempre, baño en la piscina y vimos como las amenazas de baño al Nilo se fueron diluyendo junto con la noche.

 

Al día siguiente en la mañana había un paseo que no recuerdo, ya que era sumamente inviable que pudiera moverme y reaccionar a tan tempranas horas de haberme acostado semi maltrecho. Los pocos que fueron poco acotaron al respecto, por lo que estimo tomé una buena decisión al no ir a ver como el sol se burlaba de mi con sus más de cuarenta grados a cuestas.

A la noche, ya amarrados en la ciudad de Edfu, tomamos un ómnibus que nos llevaría hasta el “Templo de Karnak” en donde disfrutaríamos de un espectáculo de luces y sonido. Este es un complejo de tres templos, que lo convierten en el mayor en Egipto. El mismo fue enviado a construír por el Rey Amenhotep, aunque fue finalizado y ampliado por otros faraones posteriores.

A nuestra llegada se encontraba en penumbras, practicamente no se podía divisar lo que nos esperaba conocer minutos más tarde. Unas potentes voces en castellano comenzaron a hablarnos desde los parlantes del interior, las luces comenzaron a encenderse tenuemente y las inmensas puertas se abrieron de par en par invitandonos a adentraramos en el lugar.

Las historias eran un poco confusas, aunque el lugar era sumamente cautivante por donde se lo mirara. Jeroglificos en las paredes, estatuas, un lago que generaba reflejos increíbles con los juegos de luces que se iban encendiendo a medida que las historias se iban sucediendo.

Un momento gratificante, digno de una película de misterio, que hizo que el sueño se prorrogara gustoso frente a un espectáculo de perfecta sincronización y desarrollo.

El cuarto día de crucero en Egipto implicaba trasladarnos hasta Luxor, en donde a primero hora del día visitaríamos la necrópolis de Tebas. Allí conocimos en primer lugar el “Valle de los Reyes”, lugar en donde hicieron las tumbas faraones de varias dinastías. Tuvimos la oportunidad de ingresar a varias de ellas, en las que sobresalen la gran cantidad de pinturas en sus paredes. Llama la atención como las mismas conservan el color, aunque tiempo después descubrimos que muchas de ellas han sido retocadas para que no se pierdan tras los ladrillos que las alojan. La más conocida de la zona es la de Tumba de Tutancamón, para la cual es necesario pagar algo extra para su ingreso, aunque al igual que el resto se encuentran despojadas de la gran cantidad de tesoros que originalmente albergaban.

Ese día también visitamos el “Valle de las Reinas”, con aspectos similares al de los Reyes, además del Templo de Hatchpsut construido en honor a la primer mujer que gobernó este país durante más de veinte años.

El resto del día siguió de descanso, ya que la tónica de estos días en Egipto han sido la de levantarnos sumamente temprano prácticamente todos los días, lo que sumado al intenso y sofocante calor hacían difícil poder sumar más recorridas en nuestro itinerario.

A la noche organizamos otra jornada de encuentro bebible bailable para despedir a varios amigos que ya se bajaban del Grupo de Viaje. En horas de la madrugada partimos hacia El Cairo para enganchar el vuelo hacia Sharm El Sheik en donde tomaríamos unos cuantos días de relax y despedirnos de esta etapa grupal que tanto hemos disfrutado.

La estadía en El Sharm se resume a cinco días de descanso en un lujoso resort que cuenta con inmensas piscinas, toboganes de agua, deportes acuáticos, y posibilidad de realizar saltos desde un muelle directo al azul Mar Rojo. Visitas al centro de la ciudad en busca de víveres y cena diaria. Un controvertido evento que organizamos con la colaboración de otros compañeros que desembocó en una cuenta de mil doscientos dolares por daños diversos y posterior asamblea. Reencuentro con muchos amigos, desencuentro con otros. Desayunos abundantemente interminables, charlas, más piscinas, partidos de fútbol cinco. Despedidas afectuosas, cariños intactos y deseos de lo mejor para lo que se viene, acá y en Uruguay.



Un párrafo aparte para la despedida de dos grandes amigos que me ha dejado este viaje: beto y mago. Parte de la “familia de viaje” se ha separado momentaneamente, al menos en mi caso hasta la vuelta a Montevideo. Más de tres meses juntos, con innumerables historias compartidas y momentos que van a quedar guardados en el mejor de mis recuerdos. Los toques, las imitaciones, las risas, las conversaciones, los whiskys sólos y cortados con coca. El Flaco Spinetta, Charly, “Cecilia”, Cabrera y “la radio en la rambla”. Espero que estas sean sólo las primeras hojas a escribir. Simple y complejamente: gracias por tanta vida amigos.



viernes, 20 de julio de 2012

Décimoquinto Destino - El Cairo, Egipto


El viaje deparaba conocer Egipto, nuestro primer y único país en el continente africano. Las incógnitas respecto a la situación actual de un lugar en plena transformación eran muchas de nuestra parte, las de ellos seguro respecto al momento histórico que están atravesando serán mucho mayores aún.

La primer ciudad a conocer en nuestra estadía en estas tierras, era El Cairo, capital del país y punto clave de su economía, comercio y vida política. Es la ciudad más grande de Africa y cuenta con una población de dieciocho millones de habitantes, donde sobresale un número importante de grandes “junadores” de mujeres libres o ajenas. Chacales sin códigos para la jerga bolichera, no tienen el menor escrúpulo en mirar una mujer "de pies a cabeza", o más bien "de culo a pechos" si nos ponemos menos finos. Uno empezaba con el chip de la inacción, de saber que es visitante y generalmente, o bien cuida el “cero a cero” o se gana con lo justo de contragolpe. Pero a medida que pasaban los excesos de desmedida falta de respeto, uno comenzaba a sentirse inexorablemente cada vez más incómodo y la paciencia era algo sumamente preciado. Finalmente me contuve, lo más inteligente que pude hacer y que no abunda en mi.

El primer día implicaba una amplia recorrida por diversos puntos turísticos de la ciudad, lo cual preveía un gran caudal de información a procesar en muy poco tiempo, como viene siendo costumbre en esta etapa del viaje. Las primeras postales que El Cairo regalaba, eran las de un gran cúmulo de edificios de ladrillo rojo a medio hacer, montañas de tierra, piedra por doquier, colores veige y marrón claro a los cuatro costados, escasa vegetación y la resaca eleccional tanto en carteles diversos como en pintadas callejeras. La monotonía predominaba en el camino, el sol que rajaba la tierra generaba un panorama desolador cuando la mañana comenzaba a golpear la ciudad.

El primer punto de interés del día nos llevó a conocer la ciudad de Menfis, capital del antiguo Egitpo. Al día de hoy sólo se observan sus ruinas, y algunas estatuas, de un lugar que supo brillar miles de años atrás. El Río Nilo se nos cruzó por primera vez en el camino, la mística africana se hacía presente y el viaje mental comenzaba a sobrevolar el lugar. Conocimos un par de estatuas, la del Rey Ramsés II era la que más valía la pena admirar por su dimensión y por la obra en sí. La misma se encontraba en el suelo debido a que un terremoto muchos años atrás la había dejado en dicha posición. Clases de historia, fotos, y seguir la ruta de la larga jornada.


El itinerario marcaba que era tiempo de conocer la zona de Sakkara, en donde se encuentra el templo funerario del Rey Zoser y la pirámide escalonada, la cual fue la primera en ser construida por los egipcios. Este elemento y nuestro interés particular por este tipo de construcciones en su país cuna, generaba amplias expectactivas que intentaban ser disminuidas por nuestros guías ante el estado en que se encuentra esta pirámide en particular. Efectivamente se veía en pleno proceso de restauración, lo cuál impedía poder contemplar la misma en la dimensión pretendida. Hicimos un paseo a bordo de un camello que no evidenciaba estar disfrutando del mismo, y partimos hacia un shopping para almorzar allí mostrando la convivencia de elementos completamente antagónicos en unos escasos kilómetros como lo son una pirámide y un Mc Donald's.


A la tarde nos esperaba el plato fuerte de Egipto, la visita a las Pirámides de Guiza. El desconocimiento de mi parte hacía esperable que las mismas aparecieran en algún lejano rincón de El Cairo, lejos del ruido de la ciudad, de sus edificios y la vida cotidiana del lugar. Increíblemente la realidad marcaba lo contrario, cuando uno menos lo esperaba las mismas se pusieron ante nuestros ojos detrás del marco que parte de la ciudad ofrecía. Ibamos espiando detrás de las edificaciones para dar crédito de que allí estaba esa imagen tantas veces vista a través de los medios y a lo lardo de  nuestras vidas. 

La necrópolis de Guiza es la mayor del Antiguo Egipto, con una superficie estimada de 160 kilómetros cuadrados. Se destacan fundamentalmente porque en ella se encuentran construídas tres pirámides que el mundo observa con admiración y anhelos de conocer: Keops, Kefrén y Micerino. La primera es también conocida como la “Gran Piramide”, debido a ser la mayor en cuanto a altura y volumen en Egipto. Su construcción data aproximadamente del año 2570 A.C., habiendo sido erigidas por diferentes faraones durante la cuarta dinastía, siendo la única de las “Siete Maravillas del Mundo” que aún hoy se mantiene en pie.

 


Las sensaciones al estar presente en un lugar tan remoto y que parecía totalmente inalcanzable para mi, hacían que el momento fuese único, inolvidable y cargado de una emoción especial por estar allí presente. Muchas cosas pasaron por mi mente, muchos recuerdos. Las vueltas de la vida, la infancia, todo lo que costó hacer este viaje, los seres que quiero, quienes me habían apoyado para que cumpliera este viaje tan anhelado y soñado. Agradecimiento diverso, no podía más que pensar en eso.

 

Igualmente fuera de lo espectacular del lugar, de las pirámides y del momento en si, el vuelo mental fue constantemente interrumpido. Vendedores que atomizaban incansablemente para ofrecerte lo que fuese, sin entender el significado de la palabra “no”, “nou”, del movimiento de cabeza o de dedo, hacían definitivamente difícil la concentración y la conexión con el lugar. Los camellos se ofrecían como un kilo de papas en una feria vecinal montevideana, aunque con matices de ofertas que rayaban la agresión y la libre voluntad del consumidor a optar por lo que estimaba lograría satisfacer sus necesidades. Nos abrimos paso más allá de todo, sólo matices negros en un lugar lleno de colores más allá de la monotonía real que en este sentido tienen las pirámides.

A pesar de que el tiempo destinado para poder disfrutar de una obra semejante no fue el adecuado, error de cálculos sumado a impuntualidad uruguaya nunca puede dar bien, nos trasladamos unos metros para disfrutar de la Esfinge que se encuentra a otro costado de la necrópolis en cuestión. Los vendedores en este punto ya superaban la barrera de lo tolerable. Hubieron algunas escaramuzas que finalmente, y por suerte, no pasaron a mayores, fastidio generalizado, ganas de conseguir una tranquilidad que era inviable por donde se mirara. Seguimos, la vista que el paisaje nos regalaba podía más que todo.


En nuestro segundo día en El Cairo visitamos temprano en la mañana dos mezquitas, la de alabastro de “Mohamed Alí”, con una hermosa vista de la ciudad, y la del “Sultan Hassan” sin muchos comentarios dignos del mayor elogio. También una iglesia cristiana en la cual se comenta que se escondió la Familia Santa en su huida a Egipto, y la Sinagoga más antigua del país en donde dice el dicho popular fue encontrado Moisés.



Más tarde nos esperaba el Museo Egipcio, con mucha información que el cansancio me impedía procesar con claridad. La recorrida fue sumamente interesante, cargada de historia de un país que tiene de sobra justamente esto. La parte más importante del mismo se concentraba en el primer piso, en donde se alojaban la gran mayoría de tesoros encontrados en la tumba de Tutankamón. Este es probablemente el rey, o momia, más conocido por nuestra cultura, más allá de que para mi incredulidad había muerto a la temprana edad de diecinueve años y no habiendo tenido una destacada actividad que ameritara tal relevancia. El hecho de haber encontrado su tumba practicamente intacta, sin haber sido saqueada como ocurrió con la mayoría de reyes o faraones de la época, hizo que su nombre haya perdurado y trascendido con una magnitud inimaginable.

Recorrimos más tarde el enésimo mercado, dimos alguna vuelta y al sobre, ya que estábamos sumamente agotados por prácticamente no haber dormido ese día (es lo que tienen los partidos de la Euro y Copa Libertadores a horarios inadecuados y con unos whiskys de acompañamiento).

Al día siguiente nos esperaba un nuevo vuelo rumbo a Aswan, las puertas de Egipto seguían abriéndose hacia lo desconocido.