viernes, 29 de junio de 2012

Trigésimo Destino - Varanasi, India

La llegada a India venía envuelta en diversos comentarios de índole sanitario y de una pobreza extrema.

El primer destino en este país era la ciudad de Varanasi, cuna del hinduismo y primer civilización de la historia de la humanidad según los guías locales. La ciudad adquiere dicho nombre en función de encontrarse situada entre dos ríos: Varuna y Asi.

En India viven más de mil doscientos millones de habitantes, en donde en el entorno del ochenta por ciento de la población es de religión hinduísta, el resto se reparte mayoritariamente en musulmanes y en menor medida cristianos u devotos de otras pequeñas religiones. Estos datos, al igual que en Nepal, no son menores a la hora de procurar entender como viven y piensan por aquí.

Las primeras imágenes al llegar a Varanasi fueron fuertes, chocantes. Los cuentos sobre este lugar quedan cortos ante las sensaciones que se experimentan al ver la pobreza en la que vive la gente de esta zona. Se observan niños desnutridos, prácticamente sin ropa, correteando descalzos por las sucias calles o durmiendo rodeados de moscas en ellas. Gente pobre, con miradas perdidas y un futuro de esperanzas quebrado probablemente desde que tienen uso de razón.

Una ciudad gris, con tierra sobrevolando el aire, basura por doquier y casas que parecen a punto de caer. Las mismas son todas muy parecidas, con un rústico comercio delante y encima del mismo el lugar en donde viven.

Las vacas, sagradas ellas, transitan por la ciudad libremente encima de las precarias veredas, o bien recostadas tranquilamente sobre la calle misma. Muchas de ellas sumamente desnutridas parecen no tener dueño, aunque después nos cuentan que salvo las más viejas que ya no resultan productivas, si lo tienen y son dejadas ahí al inicio del día para que “empasten” tierra o desechos.

Se dice que esta es la ciudad del dios Shiva, uno de los dioses principales de la religión hinduísta junto a Brahama y Vishnu, por lo cuál la misma adquiere una dimensión especial para sus devotos En el entorno de cinco mil peregrinos por día arriban a Varanasi, principal ciudad espiritual de India, en busca de purificar su alma en el Río Ganges. En las fechas religiosas el número asciende al entorno de los doscientos mil visitantes diarios, lo cuál marca a las claras la importancia del lugar para ellos. Cuentan que al menos una ves en su vida, todo hinduísta la visita, haciendo cientos de kilómetros de a pie en muchos casos o de la forma que sea para poder llegar al mítico lugar.

La visita al Río Ganges comenzó en horas de la madrugada, en busca de ver allí amanecer, dado que es la hora en la que asisten la mayoría de peregrinos y además de vuelve necesario buscar zafar lo más posible de las altísimas temperaturas que azotan durante el día. El calor se vuelve realmente insoportable por momentos, temperaturas seguramente superiores a los cuarenta y cinco grados, hacen sumamente tedioso estar en la calle después de las ocho de la mañana.

Cerca de las cuatro y media de la mañana estábamos descendiendo de nuestro ómnibus en busca de llegar al Río, aunque nos separaban unas diez cuadras que había que hacer a pie para llegar.

El panorama de esas calles en la oscura noche era crudo, triste y desolador. Se veía aún más pobreza. Más personas extremadamente humildes, sin más ropa que sus pantalones, las cuales dormían en la calle, veredas o donde fuese. Algunas comenzaban a despertar y me llevaban a plantearme si realmente era lo que querían, duele ver la realidad a veces. La basura estaba desperdigada por todas partes y el olor era insoportable, difícil de respirar por momentos. Se veían muchas vacas en la calle, durmiendo o transitando sobre ellas, comiendo basura y rodeadas de moscas. Un panorama desolador, un baño de la peor cara de la realidad. Es crudo pensar como puede haber gente tan pobre en el mundo, que no tiene absolutamente nada, y mientras tanto en el mundo se gastan cifras millonarias en armamentos, guerras inexplicables y cosas banales sin ningún sentido alguno.

Cuando el día comenzaba a clarear, el Río Ganges, su historia y la diversidad de imágenes que regalan sus peregrinos a sus orillas, se pusieron ante nuestros ojos. Subimos en primer lugar hasta un observatorio, en donde luego de subir unas escaleras pudimos divisar más claramente el lugar en su totalidad. Desde lo alto, la contaminación que hay en el interior del río no se percibe y la vista es bastante bonita, algo muy lejano de lo que preveía antes de conocer la zona.



Una vez debajo, comenzamos a bajar las escalinatas que llevan a orillas del río para tomar una embarcación en la que daríamos una recorrida por el mismo. Lo primero que nos mostraron fue el lugar en donde se realiza las cremaciones, las cuales derivarán posteriormente en cenizas que serán arrojadas al mar como parte de sus creencias. Las llamas de la madera ardiendo se podían observar claramente, al igual que el humo negro y el olor nauseabundo de los cuerpos quemándose. También sus familiares despidiendo a sus seres queridos, con muestras de dolor y respeto.


Navegando, las imágenes se sucedían con un aire de incredulidad de lo que estábamos viendo. Personajes diversos se cruzaban en nuestro camino, hindúes bañándose felices como quien va a la playa de vacaciones, otros lavando sus ropas en el río, rezando. Una vaca muerta a la que sólo se le veía parte de su lomo inmerso en las aguas, niños, mujeres, ancianos, jóvenes. La contaminación, así como sus potenciales consecuencias sanitarias, quedaban en un segundo plano detrás de la fe y la búsqueda de purificación espiritual que los trae hasta aquí.


Se vuelve muy difícil transmitir con palabras las sensaciones que se experimentan estando en un lugar como estos, tan distinto y con una cultura que me resulta prácticamente imposible de descifrar en algunos aspectos.

Salimos del río ya padeciendo el calor que nos abrazaba y deshidrataba a cada paso que dábamos. Tomamos el autobús para dar una recorrida por la zona en la que se encuentran las universidades y dos templos más de camino. Me quedé con ciertas ganas de entrar a ver un poco sobre el funcionamiento de las facultades aquí, sobre la gente que asiste y como es la infraestructura de los centros educativos en esta parte de India. De los templos poco que contar, uno un poco novedoso debido a que en su interior tenía un mapa de la india tallado en piedra y otro del que poco nuevo hay que destacar al respecto.



Ya llegando a las diez de la mañana retornamos al hotel, dormimos un poco y en horas de la tarde partimos en avión con destino a Nueva Delhi, capital del país. Nos alojamos en un lujoso hotel, demasiado lujoso. Al momento de escribir estas lineas me percato de los contrastes del día de hoy, somos indudablemente muy afortunados.


martes, 26 de junio de 2012

Doceavo Destino - Pokhara, Nepal


Dejamos la zona selvática que ofrecía el Parque Nacional de Chitwan, para recorrer unos kilómetros vía ómnibus hasta Pokhara. Esta ciudad se encuentra ubicada en una de las mesetas de las montañas Annapuma, las cuales son las segundas en altura en Nepal detrás del conocido Everest.

Arribamos bastante cansados al hotel producto de la combinación letal de haber madrugado bastante, con los festejos de la noche anterior y unas cuantas horas abordo de un autobús. Cuando muchos pensábamos en el reposo al borde de la piscina, dado que el resto de la tarde la íbamos a tener libre  en un principio, surgieron dos paseos pasibles de ser realizados, a los cuales dubitativos terminamos accediendo.

El primero consistía en la visita de las “Cuevas Mahendra”, las cuales como su nombre lo indica son básicamente cuevas que cuentan con una representación en piedra del dios Ganesha al final de las mismas. Este último es un dios del hinduismo, que tiene la particularidad de tener cabeza de elefante y ser uno de los más queridos por quienes profesan esta religión, o filosofía de vida como prefieren llamarlo ellos. Simboliza la prosperidad, fortuna, alegría. Es hijo del dios Shiva, el cuál simboliza la destrucción y posterior renacimiento, y la diosa Párvati, todas figuras claves para comprender esta religión, sus creencias y forma de vida.

Las cuevas dejaban mucho que desear al igual que la estatua, quizás el hecho de ya haber visitado una gran cantidad en lo que va de este viaje haya incidido en esta percepción, pero las historias contadas por nuestro amigo guía Sudán sobre aspectos que hacen al hinduismo me parecieron bastante interesantes de ser escuchadas.


El próximo paseo del día consistía en conocer las Cascadas “Davis Falls”, nombre que adopta en honor a una persona que allí perdió su vida. Cuenta la historia que en el año 1961 Davis y su esposo se encontraban disfrutando del día a orillas de la cascada, cuando una creciente provocada por la apertura de la represa del Lago Phewa hizo que ambos perdieran su vida al ser arrastrados por la corriente. El cuerpo de Davis fue encontrado mucho tiempo después y las cascadas adoptaron el nombre de ella en su memoria.

Me pareció una recorrida interesante, no deslumbrante, dado que lamentablemente desde el lugar en que estábamos no se podía apreciar en demasía su verdadera dimensión. Unas fotos, preguntas, calor y partida.


Al día siguiente a primer hora de la mañana íbamos a hacer Parapente quienes hubiésemos optado y pagado por realizar este deporte extremo. Era una actividad que anhelaba mucho poder hacer, la idea me parecía sumamente atractiva y además me había quedado con la sangre en el ojo en Queenstone, Nueva Zelanda, de poder concretarla. La revancha estaba presente, aunque no a la vuelta de la esquina precisamente.

Las condiciones climáticas al comenzar el día no eran las mejores. Había caído algo de lluvia en la madrugada y los vientos no se presentaban en las condiciones adecuadas para los entendidos en el tema. La actividad se aplazó para el mediodía, supeditada al hecho de que a esa hora la seguridad de quienes la realizáramos estuviese garantizada. Parecía que nuevamente la posibilidad de ver alguna ciudad desde lo alto, volar sin sustancias, estar más cerca del cielo y sentir en el rostro el “vientesillo de la libertad” como dice J. Sabina, me iba a resultar nuevamente esquiva.

El cambio de planes llevó a que hiciésemos en primer orden del día, un paseo a bordo de un bote por el Lago Phewa. La vista era por demás atractiva, se observaban rodeando dicho lago varios picos de montañas y un bonito valle como marco natural. El paseo en si no era nada del otro mundo, solamente divertido porque quien remaba el bote para cinco tripulantes era un compañero del Grupo, Gastón, que parecía un nativo más. Estuvimos cerca de media hora contemplando el paisaje y visitando una pequeña isla cercana, para retornar a tierra firme en busca de novedades respecto al parapente.



Las buenas noticias finalmente llegaron, tomamos una camioneta y empezamos a subir la empinada montaña que nos permitiera tener la altura necesaria para realizar esta actividad extrema. Los nervios eran menos de los pensados, estaba tranquilo, deseoso de experimentar nuevas sensaciones y confiado en que todo saldría bien.

Al llegar a la cima de la montaña la postal que ofrecía la ciudad desde allí era sumamente impactante. Una mezcla perfecta de urbanismo con verdes montañas, a lo que se le sumaba un hermoso lago a los pies de las mismas. Me asignaron el instructor que me acompañaría en el salto y luego de desenvolver el paracaídas, corrimos por el pasto hacia el vacío que nos esperaba a unos escasos metros desde donde nos encontrábamos. La sensación al sentir que ya no pisábamos la tierra fue indescriptible, cargada de adrenalina y vibraciones desconocidas. Comenzamos a planear en el aire, era un deleite   la vista desde allí, no había palabras capaces de describirla en ese contexto.
  

Estuvimos cerca de media hora volando, predominando la calma por sobre los miedos que uno previamente podía presumir estarían presentes. El único momento de cierto temor y en que el estomago comenzó a percatarse que nos encontrarnos a cientos de metros de altura, se dio cuando el instructor me preguntó si quería hacer acrobacias y sin titubear asentí. La verdad estuvo bastante salado y desconcertante por las posiciones en las que quedábamos en el aire. El cielo se hizo piso, el piso cielo y la brújula se me perdió entre las montañas de Phokara. Luego de la sorpresa volvió el disfrute, el planear cerca de los verdes arboles y el gozar al ver a los pájaros desde cerca en su hábitat natural.


El aterrizaje fue muy tranquilo, contrario a lo que preveía. Luego del estado de excitación prácticamente generalizado de quienes habíamos saltado, tomamos nuevamente la camioneta y partimos algunos con destino al Hotel y otros camino al trecking en la montaña en donde pasarían la noche.


Luego de la cena tomamos unas cuantas cervezas al costado de la piscina con varios compañeros del grupo y luego de filosofías varias fue tiempo de ir a dormir relativamente tarde para las horas que venimos manejando por acá.

El día siguiente era tiempo de volver a Kathmandú, punto de inicio y final en nuestra estadía en este país. Este año habían dado la opción de hacerlo vía ómnibus, como era habitual en generaciones anteriores, o bien tomar una avión que por unos cien dolares rapidamente llegaría a la ciudad. Los motivos del cambio opcional de modalidad se centraban en el temor de una ruta complicada para hacer vía terrestre por la presencia de precipicios varios y formas de conducir inexplicables, y/o en ganar en tiempo de descanso en un viaje de unas cuantas horas menos haciéndolo por aire. Opté por ir en ómnibus, pensaba no ameritaba el gasto y que las complicaciones muchas veces son barreras auto impuestas o generadas por las versiones, comentarios, mitos o el famoso “me contaron que” sin demasiados argumentos. Llegamos sanos y salvos, más allá de haber pasado grandes vehículos en repechos, curvas, puentes, triple fila y ver una forma de conducir de la que debería desarrollar una teoría profunda para intentar comprender o explicar.

A la noche, luego de la cena de rigor fue tiempo de Evento del Grupo de Viaje en jardín del hotel.  Música uruguaya y de otras latitudes, bebidas varias, baile y baño en la piscina final, se puede decir que resumen la bonita velada.

Partimos de Nepal con la idea de haber conocido un país distinto, con mucho gris en la ciudad, y altos niveles de pobreza generados como consecuencia de un sistema político corrupto e ineficiente. Fuera del caos de la ciudad, a unos pocos kilómetros de distancia, el país aloja paisajes increíbles, deslumbrantes, dignos de sueños de la naturaleza tan querida y anhelada por personas acostumbradas al asfalto.

El color lo trae también mucha de su gente, la que mantiene la llave de la esperanza y no se rinde a luchar por un futuro mejor o disfrutar la vida a su manera. Como en todo el mundo, algunos la pelean, otros simplemente se dejan estar asumiendo su realidad. Algunos viven, otros sobreviven y algunos solamente se dejan morir. Siempre es más fácil hablar de afuera, con ciertos valores inculcados desde pequeño y una realidad socio económica del lugar en el que vivimos que ofrece otra esperanza a la cual aferrarse muy distinta a la vimos en estos días aquí.

El deseo de un futuro mejor para este hermoso país que tan bien nos ha recibido. Que el sol no se esconda tras el Himalaya salvo para regalar ese hermoso momento que ofrece cada tanto una ves al día. Gracias por abrirnos sus puertas.

sábado, 23 de junio de 2012

Doceavo Destino - Chitwan, Nepal

Como es costumbre en el Grupo de Viaje, nos levantamos temprano en la mañana para desayunar  y luego estar partiendo con destino al Parque Chitwan del que nos separaban unas 6 horas de ruta. De camino a este lugar nos esperaba una de las actividades que más me entusiasmaba dentro de las opciones que el Grupo ofrece: el Rafting.

A lo largo del Río Trishuli recorrimos dieciocho kilómetros de rápidos, subidos en un gomón en el que viajábamos nueve personas remo en mano y deseosos de una buena dosis de adrenalina. Se conformaron al azar los equipos, en el nuestro predominaban las mujeres por lo que preveíamos un desgaste de energía mayor del esperado, más teniendo en cuenta que me tocó ir al frente del bote que es donde más se rema según decían los más experimentados en la materia. La realidad superó con creces mis expectativas iniciales, que eran altas, y por más de dos horas disfruté intensamente el navegar por el rió y los sacudones que las olas daban en algunos trayectos del viaje. En algunos tramos en el que las frías aguas eran más calmas se nos permitió darnos algunos chapuzones, los cuales se disfrutaban de sobre manera, tanto por el chapuzón refrescante en si como por el hecho de poder dejarse llevar por la fuerte corriente o la lucha para subir nuevamente al bote, que no era para nada sencillo. Arengamos por más velocidad, vivamos a la voz de “hard” que instruía nuestro capitán, barrenamos unas cuantas olas y hasta nos dimos tiempo para tirar a compañeros de otros botes o invadirlos con el espíritu pirata que ha muchos identifica aflorando. Terminamos bastante cansados, uno ya no es un pibe, pero respondimos a la exigencia.


Luego del esfuerzo aparcamos el gomón frente a un hotel, en el cual teníamos el almuerzo incluido de tipo buffet “coma hasta que pueda”. Lo arrasamos como es costumbre en todo buen uruguayo y dormimos placenteramente en ómnibus que transitaba la sinuosa y peligrosa ruta rumbo a Chitwan.

El Parque Nacional de Chitwan fue creado en el año 1973 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984. Se dice habitan allí más de 600 especies de plantas y aves, 50 tipos de mamíferos y otros tantos de reptiles.

La primer impresión que tuvimos al llegar fue la de un calor sumamente sofocante, fácil había cuarenta grados que se hacían sumamente difícil de sobrellevar. Nos habían dividido en cuatro grupos para poder alojarnos en distintos hoteles y realizar las actividades en este lugar, ya que la escasa infraestructura de la zona hacía inviable que más de ciento cincuenta personas pudiésemos estar todas juntas en esta oportunidad. Se observaban elefantes transitando por las calles como si fuesen un vehículo más y abundaban los puestos que vendían artesanías o bebidas y comida de paso.

Dejamos las valijas en nuestro hotel, compré una cerveza local para refrescarme un poco del calor reinante y salimos a recorrer la zona, esperando poder ver el atardecer a orillas del Río Rapti. El sol se alcanzaba a vislumbrar tras las nubes, esperamos a su caída, para luego retornar a ver una danza típica y descansar relativamente temprano para afrontar una nueva jornada.

El segundo día aquí, marcaba que temprano en la mañana íbamos a realizar un safari por la zona selvática del Parque Chitwan sobre el lomo de un elefante. Algo novedoso para nosotros, dado que en nuestro país sólo podemos acceder a estos animales visitando el zoológico de Villa Dolores, y con la gran diferencia de en este caso tener contacto con ellos sin necesidad de rejas de por medio. Eramos cuatro personas sobre una montura, con una persona más del lugar, que era quien le daba instrucciones al elefante y lo conducía al lugar que pretendía llevarnos. En la selva resplandecen los diferentes matices de verde, altos arboles que dan una pequeña tregua al calor de la mañana y animales diversos como rinocerontes o ciervos. Por varios momentos nos cortamos solos, escapando de la hilera en procesión que seguían muchos de nuestros compañeros, logrando así introducirnos en zonas que parecían intransitables pero que el elefante logró abrirse paso y dándonos la posibilidad de huir un poco del ruido típico de muchedumbre uruguaya para poder percibir mejor el entorno magnífico en el que nos encontrábamos.

Luego de una hora de la colgada recorrida, partimos nuevamente al Río Rapti, pero en esta ocasión para darnos unos baños en él mismo ya cuando el mediodía se acercaba y la deshidratación empezaba a sentirse. Igualmente no era un baño convencional, los elefantes nuevamente decían presente ya que eran ellos quienes nos llevaban hasta el medio del río y nos dejaban caer desde su gran altura inclinando su cuerpo. Una experiencia sumamente divertida, rara, causal de muchas fotos y ciertos temores en cada caída. 



En la tarde fue tiempo de una serie de paseos que prometían más de lo que finalmente fueron. En primer lugar tomamos unas precarias canoas para recorrer el río, fundamentalmente en busca de poder ver alguna de las dos especies de cocodrilos que habitan en la zona, así como también para disfrutar el transitar por los paisajes que el lugar ofrecía. Sólo vimos un par de estos animales, amigos que tienen uno en el bolsillo ya había visto muchos en mi vida, pero estaban muy lejos y con gran parte de su cuerpo inmerso en el agua. Quizás debería sentirme afortunado de que así haya sido, de seguro con las escasa estabilidad que tenían estas grandes canoas seguramente hubiésemos caído al sólo roce de semejante animal. Probablemente caigamos en la ingenuidad muchas veces, no sólo aquí.

En segundo lugar íbamos a adentrarnos en la zona selvática, con promesas de poder ver animales salvajes tales como tigres de bengala, jaguares, leopardos, alguna que otra víbora como la pitón y algo más que el camino ofreciera. Nos habían pedido que no lleváramos vestimenta de colores llamativos para no ahuyentarlos, pero lo cierto es que más allá de ver compañeros con musculosas fluorescentes con la leyenda de "Full Moon Party” que supongo se vería más o menos 4 kilómetros de distancia, lo más destacable que vimos en todo el trayecto fueron unas termitas en un árbol (lo peor es que es verdad y el guía las mostraba orgulloso esperando algún gesto de asombro ante los bostezos de los presentes).

Al finalizar el paseo vimos lo mejor de la tarde, ya que visitamos un criadero de elefantes que generó hasta la ternura de los más recios, al ver sobre todo unos de pequeño tamaño, que se arrimaban hasta donde estábamos ubicados. Para el hinduismo, el elefante refleja buena suerte entre otras cosas. Horas más tarde les daría la razón.

La tarde caía y el clima futbolero se percibía en Chitwan. Día de final de campeonato uruguayo, el glorioso tricolor jugaba contra Defensor con estadio lleno y deseos de estar físicamente con mi gente, con mis hermanos, mi viejo.

El coordinador del viaje, Yamani, tiene fama por estos lares de gurú, mecías, de ser capaz de conseguir lo que quiera como por arte divina. Yo, nuevito en la vida del Grupo de Viaje, esperaba esta no fuese la excepción ya que había dicho haría lo posible porque consigamos verlo. Mientras tanto ya iba pensando en diferentes alternativas que me permitieran seguir el match desde un lugar del que parecía imposible hacerlo, algo había que inventar.

Hubo tiempo de previa. Atrincherados en una parte de nuestro hotel, un gran grupo de hermanos tricolores (más algún hincha de la bebida que hacía compañía) comenzamos con los cánticos previos mientras afinábamos nuestras gargantas con algún beberaje de turno. La fiesta comenzaba, las voces sonaban estruendosamente por todo el lugar, hasta que partimos con destino al hotel en que supuestamente iban a pasar el partido. Parecía como si la caravana saliese desde 8 de octubre y Jaime Cibils hasta la Colombes.  

El Gurú” no defraudó, no hubo selva capaz de frenar la pasión y ahí estábamos todos al firme, frente a un proyector, pantalla gigante y la bandera de las cabalas flameando esperando por un nuevo título. El resultado ya es sabido, Nacional Bi Campeón Uruguayo, picadita del Chino y festejos de un día que nunca me voy a olvidar en mi vida. Al retornar a nuestro hotel, tarde en la madrugada, escribí una pequeña crónica en “Decano.com”, la página por excelencia del hincha tricolor y de las más visitadas del Uruguay. La misma fue puesta luego en portada y objeto de una gran cantidad de comentarios tanto de personas que estaban en mi país, como en el viaje. La transcribo ya que creo es el reflejo más fiel de ese momento, de lo sentimientos que afloraban en ese preciso instante en que el sueño era inconciliable y la alegría desbordaba la hermosa noche nepalí:

"¿Cómo explicar lo que se siente? 3 de la mañana en medio de la selva en Nepal, festejando en calles desiertas y en avanzado estado de embriagués un nuevo titulo, el bicampeonato que la historia esperaba ponerle nuestro nombre; el del Club Nacional de Football.
En estos momentos, como pasó en el último clasico, es cuando más comprendo a todos nuestros compañeros que comparten la misma adhesión y pasión, y que por diversos motivos han dejado el Uruguay. El amor, el sufrimiento a flor de piel, las ganas de estar y la alegría de seguir estando.

Las barreras se derriban, el grito de gol del chino y el "dale campeón" atraviesan los continentes y de seguro me encuentra abrazado con mis hermanos,con mi viejo y amigos en la vieja y querida Amsterdam en la que la peota besó la red por última ves en este Uruguayo 2011-2012

Las distancias se acortan, la pasión está intacta. Desde Asia sosteniendo la bandera del amor a tres colores: rojo, azul y blanco.

No hay palabras que lo describan, simplemente estamos todos. En las cuatro tribunas y en cada rincón del mundo. Con una radio, internet o conexión a algun cable. No importa como, pero ahí estamos, felices por un nuevo logro y haciendo rituales diversos para celebrar desde el rincón más lejano este momento de comunión en nuestra propia religión.

Dedicado a todos los uruguayos que están por el mundo festejando este bi campeonato... la alegría es siempre tricolor.
¡Salud campeón!"


miércoles, 20 de junio de 2012

Doceavo Destino - Katmandú, Nepal

El inicio de la vida en el Grupo de Viaje implicaba un cambio importante en la modalidad de viaje que veníamos llevando en estos dos meses previos alrededor del mundo. Cada una de estas tiene sus marcadas diferencias, por tanto sus pro como sus contras hacen difícil calificar una situación como mejor o peor que la otra; son definitivamente distintas y ambas ampliamente disfrutables.

La llegada a Nepal fue tarde en la noche, luego de un vuelo de más de seis horas y con escala en Bangladesh incluida. Llegamos muy cansados pero contentos de reencontrarnos con mucha gente querida, con las cuales hemos tenido la suerte de conocer en el año y medio de preparación del viaje.
La característica que primero observé de esta etapa del viaje, bastante contraria a lo que era la libre anterior, es la de una planificación minuciosa y estructurada de las actividades del día, así como también de sus horarios. El pizarrón en la puerta del lujoso hotel en el que nos hospedamos nos marcaba el horario en el que había que levantarse, del desayuno y de salida para hacer las visitas del día.

Había cinco ómnibus diferentes para todo el grupo, contando cada uno con un guía que hablaba en español y que nos comenzaba a contar cosas del país, su cultura, historia y gente.


Nepal es un país que cuenta con aproximadamente un 70% de su población de religión hinduísta, un 20% son  budistas y el restante 10% se divide entre otras religiones, fundamentalmente la católica. Esto se observa claramente en las costumbres y forma de vida de su gente. La sociedad mayoritariamente se  encuentra dividida en Castas, que serían por trazar una paralelismo con nuestra cultura algo así como clases sociales. En las más altas están ubicados los sacerdotes, luego aparecen los guerreros, los comerciantes y en las más bajas tanto los obreros como quienes trabajan en los crematorios. No se pueden casar dos personas de diferente castas, lo cuál al escuchar estos relatos, me lleva ha remontarme a otras épocas antiguas y a un contexto sumamente distinto al del mundo occidental en el cual vivo. Igualmente esto se está comenzando a abolir en estos tiempos, ayudado también por las épocas de crisis económica y falta de trabajo que atraviesa el país, las cuales hacen que por ejemplo personas de las castas altas hayan tenido que trabajar en tareas que corresponderían una inferior para poder obtener un sustento para sobrevivir.


La ciudad también parece de otra época. Edificios antiguos que parecieran estar a punto de caer, carencia absoluta de infraestructura vial, falta de veredas, pobreza, mucha basura, vacas que transitan por las calles como si fuesen un vehículo más, caos en el tránsito y mucha gente humilde, son las primeras impresiones que me deja la llegada a este país.

 

Muchas de estas imágenes encuentran su explicación a medida que vamos recorriendo la ciudad y nuestro guía local nos cuenta parte de su historia reciente. En Nepal se vivió bajo un régimen Monárquico hasta el año 1996, en donde comienza una guerra civil sangrienta que finaliza diez años después. El punto fuerte de esta lucha se daba en la zona de las montañas, lo que hizo que mucha de la gente que allí vivía se trasladara hasta Katmandú en busca de una relativa mayor seguridad. Esta ciudad pasó rápidamente de estar habitada por 500.000 personas a 3.000.000, sin estar preparada en ningún sentido para este gran cambio abrupto. En el año 2006 con el fin de la guerra civil, se instala un régimen democrático con un funcionamiento sumamente deficiente y corrupto. Como ejemplo más significativo se puede mencionar que al día de hoy, seis años después, aún no han podido redactar siquiera una sola hoja de la constitución del país y las leyes escasean, primando básicamente la tradición y los criterios aplicados por la policía a base de fuego.
En medio de este contexto, el primer destino del día fue conocer Swayambhu Mahachaitya. A este lugar se accedía luego de una larga escalinata, en la que en su cima habían además de algunos templos budistas e hinduístas , una vista maravillosa de la ciudad que contemplé con admiración e incredulidad de lo que mis ojos veían. En el camino muchos vendedores con un curioso buen dominio del idioma español ofrecían objetos diversos, entre los que predominaban cuchillos, collares y carteras. Se observan también plegarias, o quizás más bien una especia de rezos, que se hacen al girar unos cilindros que contienen escrituras ubicados tanto en las afueras como dentro, otra  escalinata con 365 escalones que reflejaba cada día del año, y personajes pintorescos por doquier.




 

El calor se empezaba a sentir y partimos rumbo a Hanuman Dhoka Durbar Square, nuestro segundo destino de un largo día. Al bajar del ómnibus nos impresionó la gran cantidad de basura que había en la zona y el fuerte olor que salía de un río cercano, el cual dejaba chico y cristalino a nuestro conocido Arroyo Miguelete. Comenzamos a transitar por las calles de tierra que llevaban al lugar y luego de evadir otro sinfín de vendedores diversos llegamos a destino. Nos encontramos con varios templos en honor al dios Shiva, pero lo que más me impresionó es la casa donde reside la Niña Diosa. Es una niña que es elegida entre varias de un pueblo específico y que debe tener determinados atributos particulares para poder ser nombrada como tal. Ojos grandes, brazos largos, un color de piel particular, no tener vello, entre otros tantos más. No puede abandonar ese lugar hasta alcanzar la pubertad, sus padres la pueden visitar en contadas ocasiones y sale únicamente para algunas oportunidades específicas. Una ves que deja de ser diosa, obtiene una pensión vitalicia y mantiene una vida como cualquier ser humano normal. No logramos verla más que por fotografías.

 


Como siguiente paseo del día, conocimos la ciudad de Bhaktapur. Al llegar pareciera que nos hubiese puesto en una máquina del tiempo y retrocedido fácilmente sesenta años. Casas de ladrillo con una faceta rústica y antigua, calles prácticamente sin veredas, callejones varios y unas cuanta plazoletas. Un lugar que me daba la sensación de estar viviendo una película de la segunda guerra mundial o similar, en lo que respecta a infraestructura edilicia. Algunos aprovecharon para almorzar allí, pero yo preferí salir a recorrer el lugar y hablar con gente el lugar para intentar meterme más de lleno en una realidad tan diferente a la mía.




Cómo último destino del día fuimos a visitar un crematorio, lo cual si bien era algo novedoso para nosotros, diferente y parte de la cultura que estábamos pretendiendo conocer, me parecía una invasión a la privacidad y al dolor de la gente allí se encontraba despidiendo a sus seres queridos. No voy a ahondar mucho en el tema, es algo muy fuerte, son los propios hijos quienes queman el cuerpo de su padre o madre, y posteriormente arrojan las cenizas al mar como parte de sus creencia religiosas.


Llegamos al hotel ya en horas de la tarde sumamente cansados, luego de un día sumamente cargado de información, aprendizaje y una apertura mental sumamente grande por ver una realidad completamente distinta a la que habíamos conocido hasta aquí en el viaje. Más tarde fue tiempo de cena grupal, ver unas danzas típicas y descanso, que mucha falta nos hacía.

sábado, 16 de junio de 2012

Onceavo Destino - Phi Phi y Phuket, Tailandia

Partimos de Bangkok en búsqueda de lograr unos días de descanso. Luego de tanto correr de una ciudad a otra,  esperábamos que el sol, la arena y el mar de Phi Phi nos dieran ese refugio paradisíaco tan anhelado. Este lugar se conoce en la jerga del Grupo de Viaje como las “vacaciones” del mismo, denominación que imagino puede llegar a irritar a algún lector que se encuentre en Montevideo leyendo esta crónica, pero que funciona como un achique de lo que viene siendo un ritmo de vida atado a itinerarios predefinidos, paseos estructurados programados con mucha anterioridad, además de servir como escala previa al lugar donde se une la mayor cantidad de viajeros libres; Bangkok. 

De alguna manera también me he adherido a estas vacaciones en lo que respecta al Blog y la escritura. Igualmente siempre hay historias que contar. Cada lugar tiene la suya, su gente también la tiene y nosotros vamos escribiendo páginas nuevas día a día en esta aventura, las cuáles  nos van otorgando una perspectiva más amplia del mundo en que vivimos .



Al momento de armar el viaje, muchos de nuestros compañeros de ruta tenían una fijación especial con este lugar y sus encantos. Las playas paradisíacas prometían el deslumbre de los visitantes, sumado a una movida diurna y nocturna de alto vuelo y contenido espiritualmente alcohólico principalmente.

Lo primero que me sale escribir respecto a Phi Phi lamentablemente, es el de haber conocido un lugar que en mi humilde opinión está bastante sobre valorado respecto a los cuentos que teníamos de aquí. Si bien es cierto que la lluvia nos persiguió en gran parte de nuestra estadía, sus playas no han sido el reflejo de lo hermosas que se ven en fotografías, fundamentalmente por la mugre que se observa en sus arenas y en el agua que desemboca en ella. Cuando escribía unos días atrás la crónica de la Bahía de Halong, lamentablemente suponía que no sería la última ves que me encontraría con hermosos paisajes arruinados por la desinteresada mano del hombre, capaz de contaminar desinteresadamente los paisajes que la naturaleza nos regala. Sinceramente no esperaba que fuese aquí donde repetiría estas lineas, pero la capacidad de asombro no tiene limites y volvimos a caer en imágenes frustrantes de desechos diversos arrojados en medio de la playa y el mar.

Igualmente no todo son pálidas en este reporte “playístico”, mucho menos en mi estadía aquí. Por un lado he encontrado la calma necesaria para poder reflexionar sobre lo que han sido estos dos meses de viaje, las historias que han pasado, las personas que nos han acompañado y que son un componente clave en estar disfrutando de esta experiencia día a día, la vida. 

En cuanto a paisajes, destacar un lugar en lo alto de la montaña denominado “View Point” el cual regala una increíble vista de la isla y de las distintas playas que hay en ella. Al llegar allí me vinieron inevitablemente las imágenes del Tsunami que había azotado a este lugar en el año 2004, en las consecuencias sobre la infraestructura y su gente, pero también valorando como rápidamente han puesto de pie a este sitio.

Sin lugar a dudas el lugar que más me ha impactado y gustado en mis días por Tailandia, ha sido Maya Bay. Esta isla es famosa en el mundo debido a que ha sido donde se ha filmado gran parte de la película “La Playa", con la actuación de Leonardo Di Caprio, la cual sólo había visto en algún zapping fugaz por cable. No vimos a “Leo”, ni a los narcos, ni las plantaciones de marihuana, ni comunidades hippies y menos aún llegamos nadando hasta allí, pero valió la pena la visita indudablemente.

 

Si en algo voy a coincidir con otros viajeros  es que en la noche hay  realmente un agite importante, con una gran cantidad de boliches sobre la playa misma. Las “Chang”, lease cerveza local con alta graduación alcohólica, son bajadas a un ritmo importante y la música electrónica al mango se escucha desde cualquier punto de la isla. “Slinky” es el boliche principal, en el cual se concentra la mayor cantidad de gente a bailar “punchi punchi”, aunque hay una decena más de pubs que mezclan diversa música combinada con malabares, luces y fuego. Es un lugar que está estructurado fundamentalmente para la visita de turistas europeos, por lo cual es bastante común que los propios comercios de la zona sean atendidos por gente extranjera y no por tailandeses.  




Un elemento distintivo de la estadía en Phi Phi fue la cantidad descomunal de uruguayos presentes en la isla. Con sólo caminar unos pocos metros ya era suficiente para encontrarte con gente del Grupo de Viaje, e inclusive con compatriotas de arquitectura que también estaban en la isla. A los extranjeros con los que hablamos les resulta imposible de entender como puede haber cerca de doscientos cincuenta uruguayos, país que con suerte conocen, quedando más desconcertados aún al saber que sólo somos tres millones de habitantes.

Copamos un bar local para ver el partido de la celeste con Venezuela por las eliminatorias, estuvo el fogón playero, la guitarreada, charlas, reencuentros, nuevas amistades, shots azules de nuestro restaurante nocturno amigo, milanesas con puré en “Mamita”, felicidad, Thai Massage, lo ampliamente disfrutable de nuestro hostel “Dee Dee Beach House” a orillas del mar y su gente, la lluvia, el viento, Sunflower, “petas, cojines y billares” con grandes valores españoles y uruguayo españoles que hemos conocido, cañas de bambú, Long Beach, la playa de los botes, Chang, Leo, balde con whisky, coca y M.150, además de largos etcéteras más hacen las postales de estos diez días que pasamos aquí.



Luego de unos cuantos días en Phi Phi fue tiempo de partir con destino a Phuket, lugar cercano pero con una travesía de retorno sumamente compleja por el clima que reinaba en la zona por esos días. El traslado entre una isla y otra se hace a través de un ferry de mediano tamaño, pero era sabido que el oleaje que había a mitad de camino era importante y la experiencia de amigos que habían partido antes lo avalaba. Se sufrió, por momentos pensé que se podía dar vuelta de verdad el mismo, pero aquí estamos.

En Phuket nos hospedamos en la zona de Patong, en un hotel de nombre “Prestley”, el cual llevaba ese nombre en honor a Elvis y contaba con una ambientación por demás pintoresca.

 

Teníamos algunas versiones respecto a la noche en esta zona, pero la verdad nunca imaginamos la magnitud real que finalmente veríamos. Cuenta con una calle principal, en donde por más de 10 cuadras se observa de todo. Abundan los boliches, pubs, prostíbulos, cabarulos, una inmensa cantidad de mujeres bailando en el caño en barras que dan a la calle misma y ofertas diversas fundamentalmente vinculadas al sexo. El “Pussy show” es lo que más ofrecen al turista que por allí transita y probablemente sea la actividad oficial de la ciudad. Mujeres utilizando sus partes intimas son capaces de lanzar dardos, pelotas de ping pong, sacar ranas o pájaros, metros de cuerdas diversas y otras alternativas más que no aportan mucho a la crónica. Es increíble que esto le es ofrecido tanto a mujeres como a hombres, y que la concurrencia es bastante pareja dentro de los locales. Probablemente, al igual que a nosotros, la curiosidad sea el motor que mueva a la concurrencia, pero el espectáculo en si es bastante pobre y la frase “había que verlo con nuestros propios ojos” sea la más repetida por los visitantes.


El día muestra otra cara. La playa de Patong se encuentra al final de la calle de la perdición antes mencionada, pero que en el día maquillada con una faceta completamente distinta a la que se observa cuando el sol comienza a caer. Las versiones eran de que no era una linda playa, pero la verdad disfruté de su oleaje y del paisaje que ofrecía. Es todo un tema el de las versiones, se vuelve todo  muy subjetivo, según cada uno, y se corren riesgos al creer o no en ellas. Nos ha pasado mucho de encontrarnos con realidades completamente diferentes a las contadas previamente al llegar a determinados lugares, lo cual implica que el camino indudablemente se hace transitandolo y conociéndolo uno mismo.

Días después partimos a Hong Kong, una escala obligada para un día después tomar el vuelo que nos llevaría al inicio de la etapa abordo del Grupo de Viaje en Nepal. Comienza algo nuevo, las expectativas son muchas y diversas. El tiempo escribirá esas nuevas páginas.